miércoles, 26 de marzo de 2014

A 20 años de la muerte de Cruz Villegas

Cruz Villegas
Estaba en la sala de redacción de El Nuevo País, tecleando en una vieja máquina de escribir Olympia, cuando el pesado teléfono de disco repicó con la infausta noticia. Era mi hermana Tata, con voz llorosa.
“Trajimos a mi papá al hospital. Los médicos le están haciendo unos exámenes, pero dicen que llegó sin signos vitales”.
Mi reacción inmediata fue absurda.
“Ok, me avisas el resultado”.
La costumbre, el optimismo o la negación, o todos a la vez, me invitaron a concentrarme de nuevo en la cuartilla que venía escribiendo. A los microsegundos caí en cuenta. Dejé la nota a medio hacer y salí disparado al hospital de Coche, al que tantas veces lo habíamos llevado de emergencia en los últimos años. Esta vez no habría retorno.
De aquel día se cumplen 20 años este 11 de enero. Parece mentira.
Cruz Alejandro Villegas Sequera nació en la hacienda Tazón, en Cúa, Estado Miranda, el 3 de mayo de 1917, el mismo año de la Revolución Soviética, de la que fue admirador y ardoroso defensor. Fue campesino, albañil, dirigente sindical y poeta. Yo soy el último de los hijos que tuvo con Maja Poljak, la judía croata con la que compartió su vida e ideales.
Hoy su nombre es citado con admiración desde distintas aceras del espectro político venezolano. Su amplitud en el trato personal con el adversario era, ciertamente, una de sus extraordinarias cualidades personales. Pero no la única. Entre ellas hay que resaltar su transparencia: Cruz era comunista, marxista leninista y -¡horror!, ¡susto!- no dudaba en proclamarse también estalinista.
A veces ciertas menciones de reconocimiento que se hacen de él por los medios de comunicación suenan, salvando las distancias, a homenajes del Ku Kux Klan a Nelson Mandela. Pero, bueno, como dice el dicho, no hay muerto malo.
Cierta vez le preguntaron qué ambicionaba. Y respondió:
“Tengo una gran ambición que es vivir el derrumbe final del sistema capitalista, cosa que creo va a ocurrir en este mismo siglo. Deseo asistir al acto solemne de instalación de la República Socialista de Venezuela”.
En tributo a su memoria, comparto con ustedes este poema suyo, titulado “Cuando llegue la muerte aborrecida”, dedicado a mi vieja, Maja:
I
Cuando ya todo esté consumado
Llegada la hora última de mi ciclo vital
Cuando deba comenzar la horizontalidad eterna
Cuando se vaya la vida
Cuando llegue la muerte aborrecida
La odiada vieja de guadaña infalible
De signo inexorable y fatal
Ofrendaré los últimos recuerdos
A los seres amados
Reandaré el largo camino de mi existencia
Y de la existencia de los hombres
El camino milenario de la humanidad
Abrevaré de nuevo
En los manantiales cristalinos
Y puros de los más puros ideales
II
Serán nobles mis últimos pensamientos
Reafirmación de la ruta escogida
La que escogimos tú y yo
La que siguen nuestros hijos
III
Mis últimos pensamientos serán para ti
Yo sé que tú cerrarás mis ojos
Conozco tu fortaleza
Y de seguro que no llorarás
Quizá sobre la tumba
Caiga una lágrima
Exprimida al corazón de roble
Por el dolor contenido será una lágrima gigante
Ella regará la tierra fértil
Y el surco universal se poblará de rosas purpurinas
Se proyectará más allá de la tumba
El rojo de nuestro amor sublime
Y el rojo de ese noble ideal
Que uniera nuestras vidas
¡Rojo eterno! ¡Rojo de perennidad!
¡Rojo de infinita inmensidad!
¡Comba roja del cielo futuro de la humanidad!
Ernesto Villegas

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