domingo, 1 de diciembre de 2013

Escritor venezolano Luis Britto García: Entre usureros te veas


Al fin probamos a qué sabe el capitalismo químicamente puro. Si se los deja, los usureros locales obtienen del Estado dólares a 6,30 bolívares, los fugan al exterior para importaciones ficticias, o importan algo y lo venden al supuesto precio de dólar libre, de 60 a 80 bolívares. Para lubricar esta maquinita de enriquecerse sin producir, fijan  márgenes de ganancia delirantes: 200%, 300% y hasta 1.500%, mientras que los dividendos normales en el mundo capitalista a duras penas pasan del 15%, salvo con el tráfico de droga o las estafas financieras.
 
 
 
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Nuestra empresa privada con sus exportaciones sólo generaba para 2010 unos 2.000 millones de dólares, apenas 2% del ingreso total de divisas, del cual el Estado genera el 98%. El presidente Maduro afirma que ese aporte del sector privado se ha reducido al 1,2%. Sin embargo, cada año ese sector privado importa bienes por unos 40.000 millones de dólares.
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¿De dónde sacan tantas divisas? Se las aporta el Estado, a tasas preferenciales de 4,30 y de 6,30 por bolívar. De ese monto, unos 20.000 millones de dólares se desvanecieron  en importaciones fantasmas de empresas de maletín. Con el resto, obtenidas a  tasas preferenciales de 4,30 y de 6,30, se importaron bienes que se nos quiere vender como si fueran adquiridos a 60 y 80 bolívares por dólar, con modestas tasas de ganancia de 300%, 500%, 1.500% y en algunos casos hasta 15.000%. Son porcentajes de ganancia que hacen parecer inocentes los del narcotráfico. Es como la maquinita mágica que instaló Carlos Andrés Pérez en Miraflores: valiéndose de sus poderes cambiaba bolívares por dólares preferenciales, vendía esos dólares a tasa de mercado negro y los bolívares así obtenidos los reconvertía en dólares preferenciales. Sólo que Carlos Andrés acabó preso, y no hay el primer condenado por esa colosal estafa cambiaria de nuestro sector privado importador.
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¿Cómo ese sector privado usurario que tan poco aporta se reserva porción tan importante del producto económico? Con la colaboración del Estado, al cual quiere destruir y de hecho destruye con su voracidad. Los usureros cargaron con una deuda externa de 30 millones de libras esterlinas a la Gran Colombia, y ésta se desplomó.  Páez, Guzmán Blanco, Betancourt, Caldera, Carlos Andrés Pérez y sus movimientos políticos  se entregaron a usureros, y éstos los entregaron a la ruina. La usura es sumidero sin fondo, que mientras más se le aporta, más traga su agujero negro.
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Cuando una minoría se considera por encima de las leyes y sistemáticamente comete fraude en la obtención y el uso de divisas, acapara bienes, impone sobreprecios, crea escasez artificial, fuga capitales y divulga informaciones sin veracidad a fin  de crear pánico y desorganizar la economía, una Ley Habilitante  debe permitir aprobar en forma expedita normas que  prohíban y sancionen tales conductas.
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Con los poderes habilitantes habría que crear, entre otras muchas, leyes para reconfigurar el defectuoso sistema de otorgamiento de divisas a importadores, de remesas a parientes, estudiantes y pensionados y de divisas para viajeros. Normas para prohibir o restringir la operación en el país de empresas que apliquen para él tarifas o precios injustificadamente superiores a los que obtienen en otros países. Leyes para ampliar las competencias y los medios de INDEPABIS para la fiscalización y el control del comercio y la distribución de bienes, con poderes extraordinarios para la fiscalización de  costos, gastos e ingresos reales de las empresas. Sistemas eficaces de regulación de precios. Normas que penalicen y prohíban  nuevos otorgamientos de divisas para empresas o personas que las hayan empleado para fines especulativos, o distintos de aquellos para las que fueron otorgadas. Leyes de emergencia contra el contrabando de extracción. Normas que habiliten a la República para asumir directamente la importación y comercialización de bienes esenciales. Asumir el control del crédito en la medida en que sea indispensable. Y denunciar los Tratados contra la Doble Tributación, que eximen a las transnacionales de pagar impuestos sobre beneficios obtenidos en Venezuela.
A grandes males, remedios extraordinarios.

TEXTO/MONTAJE: LUIS BRITTO


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El Imperio Contracultural: del Rock a la Postmodernidad:
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NOCHE

Yo iba más bien de prisa, porque no quería im­buirme dentro de esas horas de la madrugada que sólo figuran en el reloj por pura fórmula porque no existen sino de vez en cuando o quizá nunca. Subí las escaleras del edificio pero en vez de entrar al apartamento llegué a la azotea y abrí la oxidada puerta de hierro que da  más allá de los tendederos. Estaban limpiando los fanales con los que de noche proyectan las estrellas, y eso explicaba el cielo perfectamente negro. El opera­rio me mostró cómo se abría y cerraba la tapa con las lentes, y pude mover hacia atrás y hacia adelante una de las ruedecitas del proyector, haciendo pa­sar un surtido de constelaciones. Como no había brisa, decidí pasear por las azoteas y así pude ver grandes cucarachas del tamaño de caballos de tiro, que caminaban por las paredes externas de los edificios, y se notaba que era en rondas de ins­pección por la lentitud con que lo hacían y el dete­nimiento con el que se asomaban a algunas ventanas y la meticulosidad del movimiento de las antenas.

Bajé otra vez a la calle y caminé. No­té una escalera de mano apoyada en una de las pa­redes, subí por ella y al mirar adentro descubrí al en­mascarado que va cambiando por ácido el contenido de los frasquitos de colirio, y que como trabaja solo, avanza verdaderamente poco en su tarea, habida cuen­ta de la multitud de ojos que habitan la tierra. Todos esos ojos despedían en ese momento tenues luces a pe­sar de estar cerrados. Así, entré por la ventana, descubrí dos lucecitas lejanas y una vez cerca de ellas oriné sobre las cobijas. Bajo ellas estaba una mujer y sorprendido, noté que, sin despertar, también comenzaba largamente a orinar mientras en sus párpados apare­cían las imágenes del sueño que la poseía, un caballito y varias insípidas lunas.

Me fui en silencio y noté muchas silenciosas po­lillas flotando como copos en la oscuridad de los cuar­tos. Divisé una muela con sus raíces empotradas en la pared. Ví que estaba cariada y me alejé por­que tuve la certeza de que dolía.

El aire de la calle no era puro ni frío. Un edifi­cio tenía delante un pequeño jardín, pero su césped parecía diminuto y blanco. Me acerqué y vi que estaba formado por millones de cortaduras de uñas. Pensé depositar una moneda en una cercana máquina automática de vender bebidas, pero me detuvo la incertidumbre sobre lo que iba a salir de ella. Noté también que las monedas, todas, lucían ambos lados idénticos y que en ambos estaba acuñada la efigie de Judas.

En una calle estaba guardado todo el frescor de la noche, condensado en un enorme peñasco contra el cual había que apoyar la frente. Entonces se experimentaba una sensación de insomnio y un suave olor a menta.

Por las calles aparecían los primeros autobuses y decidí dirigirme al trabajo.

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