viernes, 15 de agosto de 2014

Hace 195 años se aprobó la segunda Carta Magna de nuestra historia En Angostura alcanzó rango constitucional la independencia conquistada por las armas

La Segunda República, que en mucho se sostuvo dentro de los campamentos de la Campaña Admirable y la Guerra a Muerte, no tuvo Constitución formal
El 15 de agosto de 1819 quedó sancionada la segunda Constitución de Venezuela, cuyos debates tuvieron como documento base el proyecto presentado por el Libertador Simón Bolívar, conjuntamente con su célebre Discurso de Angostura, del 15 de febrero de ese mismo año, en el acto de instalación de la magna corporación republicana.
Cabe indicar que muchas de estas ideas del Padre de la Patria fueron desestimadas por los constituyentes de 1819. En efecto, una buena parte de los diputados se encontraba hondamente imbuida de la visión constitucionalista del liberalismo, que sustentaba el modelo de Estado estadounidense, tanto en lo político, como en lo económico y lo social.

DE 1811 A 1819

La Constitución de 1811, cuyo mérito es el de haber dado nacimiento a Venezuela como república independiente, mantuvo su vigencia hasta el 25 de julio de 1812, cuando se firma la Capitulación de San Mateo y se restaura el régimen colonial con Domingo de Monteverde.
La Segunda República, que en mucho se sostuvo dentro de los campamentos de la Campaña Admirable y la Guerra a Muerte, no tuvo Constitución formal. Además el Libertador tenía poca simpatía por el modelo federal de 1811, debido a la debilidad de sus instituciones liberales. Y entre 1815 y 1817, salvo la isla de Margarita, no hubo territorio donde se pudiera convocar un cuerpo constituyente. Éste sería elegido a finales de 1818 y se congregaría precisamente en Angostura al año siguiente.

BALAS Y GABINETE

Al momento que en Angostura los representantes de las provincias liberadas de Venezuela y los de Casanare colocaban su rúbrica al nuevo instrumento magno de la República, el 15 de agosto de 1819, Bolívar recién había dado término a la campaña libertadora de Boyacá. Para ese día se encontraba en Bogotá, tomando disposiciones para liberar Cartagena y otras porciones del territorio neogranadino que quedaban en manos realistas.
Para ese tiempo cualquier comunicación entre Bogotá y Angostura o viceversa, por mucha celeridad que procurase el mensajero, tardaba más de un mes en ser recibida. Y apenas enterado de la deposición del vicepresidente Zea por Arismendi y Mariño, Bolívar decidió regresar cuanto antes, para poner las cosas en orden en Angostura, donde ya para septiembre se conocía el fulgurante éxito de su campaña. Puede decirse que la fuerza de los cañones constituyó la pieza fundamental para la concreción del proyecto bolivariano de Estado y lograr, entre 1819 y 1830, el respeto de los letrados patriotas y un orden constitucional por os caudillos armados.

DOS VISIONES

Si bien el Libertador y muchos de quienes le acompañaban en sus proyectos de estadista, como Francisco Antonio Zea, Fernando Peñalver y Juan Germán Roscio no dejaban lugar duda de su vocación de lucha contra la dominación española, respecto al modo de lograr el mejoramiento de un orden de vida republicano, diferían del liberalismo tajante a la usanza del modelo político norteamericano. Este último modelo concebía una extensa esfera de derechos del individuo, sin detenerse en circunstancias históricas como el grado de instrucción o la condición civil de la persona, o si se era esclavo y analfabeta, o plantador y esclavista. Los dilemas de orden social para nada preocupaban al liberalismo.

¿MORAL IMPRACTICABLE?

Bolívar, inspirado en propuestas reformadoras como las del Conde de Volney y Jean-Jacques Rousseau, enfrentados al viejo orden clerical y monárquico, concebía la organización del Estado y la nueva Constitución como oportunidad para la regeneración del cuerpo social. En su Discurso de Instalación, destaca su propósito de proveer a la felicidad social, remontándose a “La República de Esparta, que parecía una invención quimérica, produjo más efectos reales que la obra ingeniosa de Solón. Gloria, virtud moral, y, por consiguiente, la felicidad nacional, fue el resultado de la legislación de Licurgo”. Y sin embargo, la idea de Bolívar de la Cámara Moral fue considerada impracticable por los miembros del Congreso, éstos por otra parte acordaron posponer la discusión sobre la Cámara de la Educación, compromiso al que nuca se cumplió.

VENEZUELA Y NUEVA GRANADA

La unión de Nueva Granada y Venezuela en un Estado único, y que había sido practicada por el Libertador y sus oficiales en el campamento, en medio de tiros y lanzazos frente al enemigo a ambos lados de la frontera, constituyó una de las principales peticiones del Libertador en su célebre Discurso del 15 de febrero. Y si bien muchos sectores de la población se mantenían ajenos a este debate, no sólo por causas de la guerra, sino por ausencia de una conciencia respecto al significado de la integración y la edificación de un Estado fuerte y con territorio que asegurase respetabilidad internacional, en el seno del cuerpo destacaron voces que postulaban la necesidad de unir a los dos pueblos.
Así se refleja en intervención del diputado de Casanare José María Vergara, quien en sesión de julio de 1819, sostuvo “La unión de Nueva Granada y Venezuela(…)Debe hacerse por medio de la expresa voluntad de los habitantes de ambos países, convencidos de la recíproca utilidad que debe resultarles”.

DE ANGOSTURA A CÚCUTA

A casi dos mil kilómetros de distancia, encontrándose en Bogotá, el Libertador, sin conocimiento de qué se debatía en Angostura y ya a punto de regresarse a Venezuela, en su proclama a los neogranadinos les reitera que si bien la unión de Venezuela y Nueva Granada es un voto unánime de las personas sensatas de las dos naciones, dicha decisión debía ser expresada de modo voluntario “y de ser posible unánime”. En todo caso, se dispuso en la Constitución que una vez liberados los territorios que por entonces permanecían en manos de los españoles, la Conatitución sería “de nuevo examinada y discutida en un Congreso general que ha de formarse”. Y dicha oportunidad llegó con el Congreso de Cúcuta, celebrado dos años después.

Texto/Néstor Rivero
Ilustración/Loayza

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