Destituido de su cargo como alcalde de Bogotá el pasado 9 de diciembre, Gustavo Petro es el hombre que ha ocupado las portadas y titulares de la prensa del continentedurante los últimos meses gracias al respaldo ciudadano a su favor tras la decisión del procurador colombiano Alejandro Ordóñez de inhabilitarlo políticamente durante 15 años.
La Agencia Andes llegó hasta el Palacio de Liévano, sede del gobierno distrital, para conversar con él sobre la problemática por la que atraviesa su mandato, las perspectivas de la izquierda en América Latina y la agitación social que sucede en su país, a la que él denomina Revolución.
¿Ha sentido el respaldo de América Latina?
América Latina Vive una primavera democrática, transformaciones importantes que están cerrando una época muy oscura en el continente, una época de dictaduras, de cierre completo de espacios democráticos, de violencia. Creo que falta el libro que haga un balance en cifras de lo que significaron tres décadas a partir del derribamiento violento del presidente Allende y que generó una época aciaga realmente en toda América Latina que se respondió también con violencia, con guerras revolucionarias, con armas. Parte de esa historia la vivimos nosotros, yo fui protagonista de ello. Pero, de alguna manera u otra, lo que estamos contemplando es una nueva era en América Latina: las dictaduras han quedado atrás y cada vez se amplían los espacios democráticos y la construcción de un camino propio.
Creo que en Colombia dimos un paso precursor cuando el M-19, la organización a la que pertenecí –que contó entre sus filas con militantes del pueblo ecuatoriano, cuando conformamos el batallón América en el Cauca, y varios de ellos murieron en nuestras tierras-, ese paso precursor que dio en 1989 Carlos Pizarro sin pensar mucho en las consecuencias que iba a tener, abrió un camino en Colombia que fue la Constitución de 1991 y un balbuceo democrático que fue respondido inmediatamente con una época de masacres en el país, pero en el resto del continente las guerras cesaron paulatinamente y comenzaron una serie de triunfos democráticos pacíficos que hoy en conjunto hacen lo que yo llamaría la primavera latinoamericana.
Ecuador hace parte de esa primavera e indudablemente, sus gobernantes actuales –Augusto, amigo mío, el presidente Correa, con el cual hemos hablado varias veces- han impulsado una serie de reformas que empiezan a ser paradigmas para el conjunto latinoamericano. Nosotros fuimos a Quito y recogimos una política pública nacional alrededor de las personas en discapacidad, que hemos tratado de implementar en la ciudad de Bogotá. Pero, indudablemente, observamos que Ecuador vive una primavera democrática y que, en cierta forma, el triunfo electoral en la ciudad de Bogotá, es y corresponde también a esa primavera latinoamericana, sin desdeñar las diferencias que es la esencia misma del pueblo latinoamericano, Bogotá y los pueblos del Ecuador pertenecemos hoy políticamente a lo que podríamos llamar una apertura democrática, una corriente de democratización y de progresismo latinoamericano.
Gustavo Petro, víctima de un golpe blando
Si, son golpes blandos de la extrema derecha, no diría ni siquiera de la derecha. Es unaextrema derecha cuya ideología es fascista. En Colombia el fascismo entró a partir de la influencia que Franco desató en algunos sectores conservadores del país, que inmediatamente desataron una violencia muy parecida a la de España en el territorio colombiano. Nunca el país hizo una autocrítica a lo que fue esa violencia, que comenzó con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán –muy cerca de aquí, donde estamos hablando, y después de ser él también alcalde de la cuidad de Bogotá y de haber sido destituido-. Después del asesinato de Gaitán, un alcalde fascista gobernó la ciudad e impuso un modelo que aún durante las décadas que han pasado no se había roto hasta que llegamos nosotros a la alcaldía.
Y en el país, ese tipo de ideología permeó buena parte de las estructuras conservadoras del Estado y es parte fundacional de lo que aquí se llama el paramilitarismo, de las nuevas violencias que son tan salvajes y tan generalizadas como aquella de la época del franquismo en Colombia en 1948, 1950. Los sectores que han dado el golpe contra el gobierno progresista provienen, son de esa estirpe, tienen esa ideología.
El procurador Ordóñez, en su juventud fue parte de Tradición, Familia y Propiedad, que era una organización internacional ligada al golpe de Pinochet, de extrema derecha. Después, ingresó a la congregación de San Pío X, que es una disidencia de la iglesia Católica, excomulgada por la iglesia Católica bajo las órdenes del obispo Lefebvre, quien considera que todos los papas que sucedieron al Concilio Vaticano Segundo son comunistas y que se debe reivindicar el Concilio de Trento, que es aquel que creó la Santa Inquisición. El lefebvrismo es antisemita, políticamente está vinculado en Argentina al golpe militar; en Francia, Jean Marie Le Pan, la extrema derecha europea. Y el procurador no ha ocultado que pertenece a esa secta, que tiene de particular que es integrista, que es fundamentalista, que desconoce la división entre las leyes de los hombres y las leyes de Dios y que prescribe la extinción, la lucha contra el impío.
Las consecuencias de eso en la administración de Ordoñez en la Procuraduría han sido poner esa institución al servicio de la extrema derecha e intentar –dado que Colombia aún no aplica las consecuencias de la Convención Americana de Derechos Humanos- usar para prácticamente disciplinar, léase destituir, a todo aquel mandatario local que promueve políticas incluso ordenadas por la Corte Constitucional, que a los ojos de sectas religiosas son impías por ejemplo, tratar en pie de igualdad a la población LGBTI, la lucha contra la discriminación de tipo racial, los derechos de la mujer –incluidos aquellos que le otorgó la Corte Constitucional de decidir en el tema del aborto, en unos casos específicos-. El exalcalde de Medellín Alonso Salazar, que no es un hombre de izquierda, fue inhabilitado por más de una década por haber intentado construir una clínica pública que aplicase los decretos de la Corte Constitucional.
Y en el caso de mi gobierno, ¡todo junto lo encontró!: un hombre que dejó las armas, que es de izquierda, que abrió las puertas del empleo público LGBTI, que reivindica la diversidad de la ciudad, que cambió la política antidrogas de la represión al tratamiento por médicos, que ha hecho un esfuerzo por superar la segregación social, e incluso en el caso concreto que usa para la destitución es la aplicación de una sentencia de la Corte Constitucional que reivindica el derecho de los recicladores a ser remunerados. La población recicladora, que andaba por las calles de la ciudad entre las canecas de basura, recogiendo algo para sobrevivir, es una de las poblaciones más discriminadas, más segregadas de la ciudad de Bogotá, es una población de cerca de 14.000 personas y mi administración decidió hacer caso a la Corte e implementó un cambio en el modelo de aseo que para poder incluir a la población recicladora y remunerarla tuvo que golpear los intereses privados de unos operadores con mucha relaciones con el mundo del paramilitarismo y del narcotráfico. Eso motivo la excusa de la destitución.
¿Cuál fue su pecado?
A los ojos del concilio de Trento y de sus amigos actuales, ser progresista y ser impío. Entonces, ese es el pecado a los ojos del señor Ordóñez.
Reconoce usted que pudo haber habido una falla, un error
Fallas en todas las políticas públicas han existo, existen y seguirán existiendo porque no existe una Constitución que haya creada la figura de la infalibilidad del funcionario público. Siempre, el controlador es el pueblo no otro funcionario administrativo que por un sesgo fanático e ideológico usa instrumentos para eliminar rivales ideológicos.
Álvaro Uribe, sus hijos en el negocio de la basura. ¿Cuál es el rol que ha tenido en esta coyuntura?
El latifundismo rural colombiano nace precisamente de una herencia española que nosotros nunca pudimos romper y generó una de las mayores desigualdades sociales del mundo y la violencia que vivimos desde hace décadas. Ese latifundismo es de los años 80 pasó a ser el coto de casa del narcotráfico que empezó a lavar sus dólares con compras obligadas de tierras. El nuevo latifundista en general es un lavador de dólares o un narcotraficante y esa relación entre narcotráfico y latifundismo genera unos vínculos políticos locales muy específicos, generó la creación de los ejércitos paramilitares y generó expresiones en la vida militar y política de Colombia de terribles consecuencias. Yo pienso que Uribe es el representante de ese tipo de latifundismo derivado ya hacia el narcotráfico, que está defendiendo sus intereses en la lucha política por el poder en Colombia. Es una fuerza social enemiga de la paz, se construyó en medio de la guerra y, en esa medida, le conviene la guerra. Cuando el gobierno de Bush hizo una apuesta por el gobierno de Uribe hizo una mala apuesta pero se entiende porque el gobierno de Bush estaba cayendo también en una especie de ideología medieval fundamentalista.
¿Qué rol han desempeñado los medios de comunicación al cubrir su caso?
Los medios de comunicación privados colombianos, que es la mayor parte –la inmensa mayoría de los medios-, como en casi toda América Latina se han constituido en un partido político: primero pasaron a ser propiedad de los hombres más ricos de Colombia, como también ha ocurrido en América Latina y buena parte del mundo. Los tres hombres más ricos de Colombia son los tres propietarios de los más grandes medios televisivos y escritos de Colombia. Y en esa medida, pues, derivan hacia tratar la información al acomodo de los interés empresariales de sus propietarios, de sus visiones ideológicas, que en el caso colombiano no son proclives a las transformaciones progresistas. Y, dada la importancia de la ciudad de Bogotá –porque es importante que sepan que la ciudad de Bogotá tiene un estatus constitucional especial con una autonomía muy poderosa, su presupuesto propio es de cerca de 8.000 millones de dólares anuales, es decir tiene un poder financiero presupuestal, más grande que la mayoría de los países latinoamericanos y goza de instrumentos relativamente poderosos para resolver problemas sociales: toda la educación, toda la salud, la infraestructura, etc., dependen de nuestras decisiones- hace que el cargo de alcalde Mayor de Bogotá sea el segundo cargo más importante de Colombia después del presidente. Y de ahí la virulencia del ataque y de la situación que estamos viviendo porque si la extrema derecha triunfa, arrasan en el país, si las posiciones progresistas y democráticas triunfan, abrimos la paz y la democratización en el país.
Las manifestaciones arrancaron el 9 de diciembre y no han cesado no tengan ninguna connotación de violencia y dada la posición de los medios, cada vez más proclives al golpe de Estado, la tensión con los periodistas de base en las calles se ha vuelto difícil y por eso lancé un mensaje, porque el periodista, el reportero, el camarógrafo, no tienen ninguna culpa de lo que pasa, simplemente realizan su trabajo y el llamado fue a que no hubiera ningún tipo de agresión sobre ellos pero indudablemente tenemos unos medios de comunicación privados que, de manera muy irresponsable en mi opinión, están tratando de ayudar a cerrar el espacio de defensa de la Bogotá Humana y con ello afectando profundamente las posibilidades de la paz.
Yo creo que un medio de comunicación, por muy poderoso que sea el propietario, en Colombia tiene que apostarle a la paz. Es más, a mí me encantaría saber públicamente cuál es la posición de los tres hombres más ricos de Colombia alrededor del tema de la paz, porque eso es lo primero que deberíamos saber: los tres hombres más ricos de Colombia están con que Colombia salga de la guerra y si lo están, entonces, cómo se cuestionan ellos mismos, cómo se interrogan a partir del papel que sus medios de comunicación tienen alrededor de la construcción de la paz y la democracia en Colombia. Yo creo que esas preguntas, que aquí no se han hecho y que obviamente no se podrían hacer porque ni más ni menos los menos de comunicación son de ellos, son pertinente porque de esas respuestas públicas depende la certeza de un camino hacia la paz; porque la paz no solo depende del campesinado, de los obreros sino que también depende de quienes han detentado los privilegios económicos. La paz, si es un esfuerzo común, implica también la posición de ellos y volverla pública me parece que sería muy importante.
Gente en las calles expresándose sin violencia, diálogos de paz en La Habana… ¿Qué está pasando en Colombia?
Aquí hay una revolución. Alguna vez leyendo un libro sobre revoluciones de Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, –muy popular en los medios de izquierda-, él trataba a través de la literatura de mirar, de medir los momentos en donde las sociedades dan grandes saltos hacia adelante y uno de esos Rusia, cuando analizó el cuadro que se pintaba de un ciudadano ruso que se paraba ante la estatua de Pedro El Grande y lo increpaba. Quizá un hecho individual, pequeño, literario pero que marcaba lo que iban a ser los nuevos tiempos en aquella época. Y, si uno lo trae a Colombia eso es lo que está pasando. Cuando la ciudadanía en la campaña de Álvaro Uribe Vélez se para y lo abuchea, ya van como tres episodios consecutivos –no planificados, porque nadie puede decir hoy que eso es planificado-. Cuando el pueblo campesino, incluso el más conservador, sale a las carreteras a pedir reformas en el agro y concomitantemente se desata un movimiento de solidaridad urbana que copa las plazas del país durante semanas.
Cuando ocurre lo de Bogotá y cuando creían que este gobierno estaba solitario porque las encuestas mostraban eso –encuestas mentirosas—, y de pronto se llena la plaza una, dos, tres, cinco, seis, siete veces, y cuando vuelven a hacer las encuestas se dan cuenta que estaban engañados ellos mismos. Lo que está sucediendo es una revolución porque las revoluciones no se decretan, no soy yo el que lo digo, incluso no se planifican como pensábamos nosotros: las revoluciones nacen del corazón humano. Y eso es lo que estamos viendo en esos campesinos y en esa juventud que sale a las plazas y se está extendiendo por Colombia. Yo la verdad creo que estamos comenzando un proceso de revolución que es pacífica, muy ciudadana y muy diversa, de nuevo tipo. Pero indudablemente se está viviendo en Colombia en estos momentos.
¿Revolución Ciudadana?
Los ciudadanos están saltando a las calles en todo el mundo y tienen que hacerlo, las circunstancias que estamos enfrentando en el mundo ni más ni menos tienen que ver con que si continuamos la vida en el planeta o no, a ese punto ha llegado. La contradicción no es hoy, como decían hace un siglo, entre el capital y el trabajo; la contradicción es entre el capital y la vida. Y esa vida se está expresando en la humanidad en maneras muy diferentes, en luchas que yo he tratado de conceptualizar con lo que he llamado las nuevas ciudadanías. Yo no puedo comparar esto con Ecuador ni con nada, nosotros vivimos nuestra experiencia pero lo que está fluyendo en las calles de Bogotá es una multitud compuesta de nuevas ciudadanías. No solamente por la edad, porque obviamente la mayoría son jóvenes, sino fundamentalmente por lo que expresan, son culturas diferentes: el movimiento hip-hop de la juventud bogotana es el que más está apoyando a la Bogotá Humana, la población LGBTI en toda su diversidad, la mujer que empieza a salir a la calle en defensa de sus propios derechos, movimientos ecologistas, animalistas, los grupos organizados alrededor de la bicicleta, por ejemplo.
Entonces, hace unas décadas uno diría pero qué tiene que ver la bicicleta con la política, pues la bicicleta es fundamental en la política urbana. ¿De quién es la calle, de los carros particulares como creíamos hasta hace muy poco, o la calle es de todos incluidas las bicicletas? Entonces, movimientos alrededor del uso de la bicicleta como un medio no contaminante, como un medio apropiado a las circunstancias del calentamiento global, se volvió un movimiento politizado en la ciudad de Bogotá; el movimiento anti taurino, por ejemplo, también muy juvenil, que está ligado a algo que se llama el animalismo, que quizá un marxista de hace tres décadas no entendería, pero que hoy es fundamental en el apoyo de la Bogotá Humana, porque un poco sin entenderlo a cabalidad, la corrida de toros en Bogotá era un símbolo del poder: allí iba la élite a mostrarse y a regodearse con la sangre del toro siguiendo una herencia española.
El 85% de la población bogotana está en contra de eso porque no quiere diversión alrededor de la sangre y porque los niñitos de Bogotá –que quizá no entendían mucho de esto- el conflicto que existe entre una humanidad que está a punto de extinguirse si no construye unas relaciones más equilibradas con la naturaleza y el aplaudir la muerte de un toro en medio de la sangre. Esos símbolos, cuya existencia o inexistencia, no van a definir las relaciones de producción resulta que se han convertido en símbolos de poder. Cuando el alcalde no quiso hacer más corridas en la ciudad de Bogotá para hacer una reconciliación con la naturaleza y un buen trato con los animales se ganó el apoyo de centenares de miles de niños y jóvenes que no estaban en las cuentas de quienes calculan la política pero que han sido fundamentales para resistir el golpe de Estado.
¿Tiene miedo de que lo maten, alcalde…?
Ya han intentado varias veces. Miedos todos tenemos. El miedo es un elemento del instinto de conservación de la especia, sin él no habríamos sobrevivido en el planeta, el miedo es natural. Lo que corresponde es dominar el miedo. En cierta forma, no permitir que el miedo paralice. Esta ha sido un gobierno bajo el miedo. Inició así, ya con una amenaza de proceso penal, ese fue el titular antes de posesionarme y sobre todos los funcionarios que nos han acompañado en las vanguardias de las reformas urbanas que hemos hecho ha caído cualquier cantidad de amenazas, de órganos de control, de la Procuraduría. Durante dos años, los funcionarios de más alto nivel han tenido que ir arrastrando sus miedos personales para ir avanzando más lentamente de lo que yo quisiera en la realización de transformaciones. Es un gobierno bajo el miedo pero lo que yo le he dicho a nuestros funcionarios y lo que me he dicho a mí mismo es: “el miedo no nos puede paralizar”. Y eso es lo que hay que hacer, no tener aprensión porque sintamos miedo sino no permitir que ese sentimiento de miedo paralice.
De la guerrilla a la alcaldía, a la presidencia…
Eso no me obsesiona. De hecho, hoy no podría ser presidente porque estoy inhabilitado por 15 años. Es decir que cuando salga de mi inhabilidad ya ni siquiera podré físicamente. Pero no me obsesiona, digamos. Vivo intensamente el hecho de que estamos desatando un proceso y como todo proceso no se sabe dónde va a llegar. ¿A dónde nos llevará el barco? ¿Cuál puerto es el que nos espera? Puede ser cualquier, porque eso no se puede determinar. Entonces, vivamos intensamente estos días y después pensamos cuáles son sus consecuencias.
Fuente: La Radio del Sur