Mario Sanoja e Iraida Vargas-Arenas
La lucha de clases se combate militarmente, económicamente, políticamente, cultural y socialmente, según la coyuntura que escoja el enemigo. Esa manera de hacer la guerra, a veces defensiva y a veces ofensiva, se inició en Venezuela hace por lo menos de 264 años, cuando se abolió el viejo sistema de encomiendas y la tierra fue dada en propiedad a los europeos y los criollos mantuanos ricos, minoría calculada entre 5 y 10.000 personas que conformaba en las diferentes épocas, del 1% al 5% de la población venezolana. Por este medio, la minoría dominante, dueña de todos los medios de producción, sometió al 95% restante a una relación servil de explotación para expropiarle su trabajo. De esta manera, comenzó a consolidarse la propiedad privada de la tierra y el capital en manos del bloque político que aglutinaba la burguesía mercantil-terrateniente; ya desde entonces, dicha burguesía dominaba para su beneficio personal las relaciones interprovinciales de tipo Estado que surgieron con la creación de la Capitanía General de Venezuela y, posteriormente, el Consulado de la Provincia de Caracas.
La guerra popular que anima la marcha de una revolución se expresa bajo la forma superior de lucha, la lucha de clases, necesaria para resolver las contradicciones existentes entre bloques políticos cuyas hegemonías entran en contradicción. Para triunfar finalmente, la dirigencia revolucionaria debe comprender a cabalidad los nexos que relacionan la guerra popular con el resto de los fenómenos políticos, culturales y sociales de la coyuntura, es decir, ser capaz de analizar concretamente las situaciones concretas. La comprensión del todo debe tener primacía sobre los detalles; aunque ambos no pueden existir aisladamente, la táctica no se puede confundir con la estrategia.
Luego de la desaparición física del Comandante Chávez en 2013 y su ascenso al empíreo de la historia, el pueblo venezolano eligió presidente el camarada Nicolás Maduro; la burguesía mercantil parasitaria arreció la violencia terrorista urbana y la guerra económica mediante el aumento grosero de la usura y la inflación inducida, el sabotaje eléctrico, el asalto a la moneda venezolana, el contrabando de extracción, el sicariato y el linchamiento mediático del Presidente Maduro.
La respuesta del presidente fue acelerar la ofensiva económica contra la guerra de la burguesía parasitaria y traidora a la patria mediante intervenciones que pusieron al descubierto la perversa trama conspirativa y fraudulenta, el malandraje empresarial que, cuando se trata de acrecentar sus capitales, no respeta ni reconoce los valores culturales y éticos más elementales de la convivencia social.
Hacer una revolución socialista en un
país como Venezuela no es tarea sencilla en el corto y el mediano plazo.
Organizar una estrategia de guerra económica para derrocar el gobierno
revolucionario bolivariano, como desea la oligarquía mercantil
parasitaria, tampoco tiene buenas perspectivas en el mediano y largo
plazo.
Es necesario tener siempre presente que la actual guerra económica
planificada y ejecutada por la oligarquía mercantil parasitaria para
derrocar la Revolución Bolivariana y apoderarse de totalidad de la
renta petrolera es, sencillamente, una nueva fase de la lucha de clases.
Esta guerra necesariamente debe ser ganada por el proceso
revolucionario para poder construir finalmente una sociedad socialista,La lucha de clases se combate militarmente, económicamente, políticamente, cultural y socialmente, según la coyuntura que escoja el enemigo. Esa manera de hacer la guerra, a veces defensiva y a veces ofensiva, se inició en Venezuela hace por lo menos de 264 años, cuando se abolió el viejo sistema de encomiendas y la tierra fue dada en propiedad a los europeos y los criollos mantuanos ricos, minoría calculada entre 5 y 10.000 personas que conformaba en las diferentes épocas, del 1% al 5% de la población venezolana. Por este medio, la minoría dominante, dueña de todos los medios de producción, sometió al 95% restante a una relación servil de explotación para expropiarle su trabajo. De esta manera, comenzó a consolidarse la propiedad privada de la tierra y el capital en manos del bloque político que aglutinaba la burguesía mercantil-terrateniente; ya desde entonces, dicha burguesía dominaba para su beneficio personal las relaciones interprovinciales de tipo Estado que surgieron con la creación de la Capitanía General de Venezuela y, posteriormente, el Consulado de la Provincia de Caracas.
La guerra popular que anima la marcha de una revolución se expresa bajo la forma superior de lucha, la lucha de clases, necesaria para resolver las contradicciones existentes entre bloques políticos cuyas hegemonías entran en contradicción. Para triunfar finalmente, la dirigencia revolucionaria debe comprender a cabalidad los nexos que relacionan la guerra popular con el resto de los fenómenos políticos, culturales y sociales de la coyuntura, es decir, ser capaz de analizar concretamente las situaciones concretas. La comprensión del todo debe tener primacía sobre los detalles; aunque ambos no pueden existir aisladamente, la táctica no se puede confundir con la estrategia.
Luego de la desaparición física del Comandante Chávez en 2013 y su ascenso al empíreo de la historia, el pueblo venezolano eligió presidente el camarada Nicolás Maduro; la burguesía mercantil parasitaria arreció la violencia terrorista urbana y la guerra económica mediante el aumento grosero de la usura y la inflación inducida, el sabotaje eléctrico, el asalto a la moneda venezolana, el contrabando de extracción, el sicariato y el linchamiento mediático del Presidente Maduro.
La respuesta del presidente fue acelerar la ofensiva económica contra la guerra de la burguesía parasitaria y traidora a la patria mediante intervenciones que pusieron al descubierto la perversa trama conspirativa y fraudulenta, el malandraje empresarial que, cuando se trata de acrecentar sus capitales, no respeta ni reconoce los valores culturales y éticos más elementales de la convivencia social.
La ley Orgánica de Precios Justos,
recién aprobada, es el instrumento legal que le da piso jurídico a la
ofensiva económica de la Revolución Bolivariana. La lucha de clases, la
guerra popular incluye ahora a todos los venezolanos y venezolanas.
La vieja estrategia de la burguesía
mercantil parasitaria siempre se ha basado en el acaparamiento de los
productos de primera necesidad y los suntuarios que la publicidad obliga
a la gente a consumir. Como en un silogismo hipotético, ello dispara en
la mente del consumidor o consumidora el sentimiento de carencia que
(a), como ha sido inducido en su mente por la publicidad mediática
neoliberal (ya pasada de moda) que adecúa democracia con confort (b), se
trata de un atentado contra su libertad individual y contra la
democracia: en suma (c) el comunismo.
Hoy día la moderna tesis neo-neo
liberal, equipara progreso y democracia con la mayor suma de riqueza
posible para el 1% de la minoría social de un país y la mayor suma de
miseria posible para el 99% restante de la población tal como hace 200
años. Obviamente, el paradigma de justicia social de la Revolución
Bolivariana, está contrapuesto al de desigualdad (opulencia de una
minoría vs. miseria de la mayoría) que preconiza el paradigma
neo-neoliberal. Nuestra oligarquía mercantil parasitaria intenta, pues,
actualizar negativamente el estatus sociohistórico de nuestra sociedad.
Dicho sin ambages retóricos, el Estado
nacional venezolano es el dueño de los dólares que produce la renta
petrolera.. Los empresarios de la oligarquía parasitaria habían devenido
como funcionarios de confianza que podían apoderarse discrecionalmente
de un 25 a 30% de dicha renta. Desaparecido su Némesis, el Presidente
Chávez, ya era hora de volver a ser (como antes del proceso revoluciomario) los dueños absolutos del pastel y relegar los políticos al rango tradicional de empleados del negocio.
La situación histórica actual de
Venezuela, lamentablemente para los oligarcas parasitarios, ya no es la
misma de antes. El modelo de guerra económica fue desarrollado en
Venezuela por FEDECÁMARAS entre 1946 y 1948 como fase previa al golpe
militar que derrocó al gobierno legítimo de Rómulo Gallegos para
instaurar finalmente la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez
(1948-1958). Fue posteriormente utilizado para derrocar al Presidente
Allende y al gobierno de la Unidad Popular, armado por la CIA
utilizando aquel aporte estratégico de la derecha venezolana,
combinando el desabastecimiento de productos básicos con las huelgas
sectoriales de transportistas, comerciantes, empresas periodísticas, la
movilización callejera de la clase media reaccionaria, etc., con el uso
de la fuerza armada chilena mercenaria que intervino para dar la
estocada final cuando había madurado el complot de guerra económica
contra el pueblo de Chile.
En el actual cuadro histórico
venezolano, la guerra económica que adelanta la oligarquía mercantil
parasitaria cuenta con el respaldo solidario de la CIA y el Departamento
de Estado de Estados Unidos. Cuenta con el apoyo solidario de la
oligarquía neocolonial colombiana (no olvidemos que el traidor
venezolano J.J. Rendon ha sido –hasta ahora- el asesor político tanto
del Presidente Santos como de su presunto enemigo “Varito” Uribe Vélez),
con el apoyo “culilluó” de la MUD y del “chiripero” anti-Maduro. Pero,
gracias a la sabiduría estratégica del Presidente Chávez, no cuenta con
el apoyo de la Fuerza Armada Bolivariana la cual integra el Comando
Cívico Militar de la Revolución Bolivariana.
La guerra, si no ocurren eventos
sobrevenidos, se perfila ahora como una lucha política larga. La táctica
del desabastecimiento combinado con el contrabando de extracción de
productos básicos hacia Colombia se ha empantanado con la decisión del
gobierno colombiano de oponerse a dicha práctica bajo el argumento de
que perjudica la economía colombiana. Ello resta a la estrategia del
desabastecimiento (paralización del mercado interno) su capacidad de
generar rentabilidad vía la creación de un mercado externo en Colombia
con el apoyo de las oligarquías locales.
En esas condiciones, la contraofensiva
del Comando Cívico Militar va restando paulatinamente elementos de
combate a la oligarquía mercantil parasitaria: prisión de comerciantes
malandros, pérdida de las “caletas” de alimentos acaparados que valen
millones de bolívares, de los camiones, gandolas y otros medios de
transporte para movilizar el contrabando, pérdida de las remesas con las
cuales alimentaban el mercado negro financiero del dólar en Colombia.
Los medios de combate con que cuenta la oligarquía mercantil parasitaria
son cuantiosos, pero no infinitos. Sobre todo, no dispondrán ahora
libremente de los dólares del Estado que han mantenido su poder
económico y tendrán, quizás, que utilizar sus fondos en divisas
depositados en bancos del exterior.
El factor táctico más importante de los
que dispone la revolución, es su capacidad de movilizar un número grande
de venezolanos y venezolanas, lo cual no puede ser igualado por la
derecha. Los llamados contrarevolucionarios de Leopoldo López y
Mariacorina Machado a la violencia callejera podrían devenir, como decía
el antiguo argot vulgar caraqueño, en “tirarle peos a la luna”…
Nicolás Maduro ha resultado ser lo que
se llama un lider victorioso, que llega al poder, primer genuino
producto político de aquella juventud combatiente urbana que padeció la
lucha armada revolucionaria de los años sesenta y setenta. A los
militantes de izquierda de entonces, como seguramente también despues al
Presidente Maduro, en su momento, los dirigentes pro-lucha armada nos
arrullaban con falsos “cantos de ballena” y eslogans como: ”a
Betancourt solo le queda un pedacito de gobierno”, “en seis meses
estaremos en Miraflores”, “Renuncia Rómulo: RR”, etc, pero por causa de
sus errores políticos nos calamos cuarenta años de dictadura de la
oligarquía mercantil parasitaria y de su máscara adecopeyana. Hoy día
los grupos fascistas que lideran Leopoldo López y Mariacorina Machado repiten
smilares “cantos de ballena”: Maduro no dura seis días en el gobierno,
Renuncia Nicolás, etc, lo cual demuestra su ignorancia de nuestra
historia contemporánea. Por el contrrario, el Presidente Maduro y su
gobierno civico miitar han demostrado que no son politicamente ingenuos y
nucho menos ignorantes de nuestra historia.
Leyendo el libro de Alí Rodríguez,
“Antes de que se me olvide”, nos viene a la mente aquel túmulto de
tristes recuerdos, de las vivencias de la derrota de la lucha armada y
la tragicómica imagen de muchos de sus dirigentes de ayer, excomunistas,
ex miristas, etc., tránsfugas que hoy se someten y apoyan a sus
verdugos de entonces.
Hay que meterle el hombro a Nicolás
Maduro para derrotar tanto a la CIA como a la derecha oligárquica
venezolana que es su Caballo de Toya y a los espantajos de la vieja
izquierda traidora que comercian con la esperada derrota de la
Revolucion.
La única posibilidad real de
construir una sociedad socialista es refundando el sistema económico
venezolano y destruyendo el poder oligárquico, mercantil parasitario de
la derecha que se apropió de Venezuela. ¡Delenda est Fedecámaras!
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