Por Merce Roura
Descubrir quién eres y qué quieres, aunque duela. Ahora, sin esperar más.
Hacerte una cabaña con las astillas que llevas clavadas en las arrugas de tu conciencia.
Inventarte una palabra nueva que te sirva de palanca para levantarte cuando te pesa tanto el cuerpo que los párpados se pegan a tus pies.
Coserte el alma a los pies para que te siga cuando el cansancio susurre en tus oídos algunos versos desesperados.
Jurarte amor eterno para cuando las ranas hayan usurpado la identidad a todos los príncipes azules y soñados y descubras que puedes apoyarte en ti.
Tropezar mil veces, pero con piedras distintas para que al menos encuentres la moraleja y el sentido a tus fracasos.
Pasar mil noches en vela escribiendo poemas de amor para un amante inventado, para que surja, para que exista, para que tus palabras atraviesen las paredes y lleguen a un lugar donde alguien espera tener quién le escriba. Y si no aparece, escríbete a ti...
Vestir como la persona que sueñas ser sin esperar a serlo, para que salga de dentro, para que se acostumbre a pasear en tu mundo. Para que tu yo más verdadero salga de la cáscara y se dé cuenta de que merece la pena el esfuerzo.
Tentar la suerte y atreverte a decir eso que callas. A ver qué pasa, a ver qué sucede, a ver si la rutina se escapa por el sumidero y no vuelve.
Buscar la lluvia y mojarse. Que el pelo se te pegue a la cara y la ropa al cuerpo. Soltar el paraguas y chapotear en tu vida hasta quedar agotado.
Reírse aunque no haga gracia. Como ensayo general para una risa verdadera y mágica... Reírse aún cuando nadie se ríe y notas que algunos odian tu risa porque no tienen la suya propia.
Ser feliz con lo puesto. Ahora... Apretar a tus neuronas hasta ver el lado amable de las garras que te sujetan la garganta... Descubrir que tal vez son imaginarias y llevas tiempo amarrado a fantasma que no existe por un temor estúpido.
Amar tus torpezas y besar tus debilidades... Airear tus defectos y ver que en realidad son mapas que seguir hasta encontrar tesoros ocultos.
Perder el tren y llegar tarde a la rutina. Vencer la inercia y empezar a moverse hacia otro lado, para llevar la contraria... Para hacer gimnasia con tu impertinencia y conseguir que no se te olvide que puedes decir que no, cuando no quieres algo y que puedes tener sueños inabarcables, aunque tu cuerpo sea muy pequeño.
Saber que amas y no ocultarlo, aunque no te corresponda más que el viento. Guardar esos besos y abrazos imaginarios hasta encontrar a quién los merezca. No malbaratarlos con amores mediocres ni amantes menores... Reconocer lo auténtico, lo sublime... Y entonces destapar el tarro de caricias dormidas que buscan piel y roce sin cordura ni sensatez. Para que no te quede un pedazo de cariño por dar a quién realmente sabe bucear en tus miserias sin salir corriendo.
Encontrar un recuerdo hermoso. O dos. Atraparlos para tenerlos a mano, para cuando el sol se atenúe y todas las puertas de la compresión estén cerradas...
Imaginarte tomando café en una plaza, en algún lugar del mundo, mientras la gente pasa y sonríe... Mientras tú sonríes por dentro con ansia y sabes que no vas a parar hasta viajar a ese momento.
Hacer en línea recta lo que siempre haces con rodeos... Buscarle las curvas a los atajos que siempre tomas para no encontrarte con tus demonios ni recordar tus miedos.
Borrar de tu lista el número de teléfono de aquellas personas que no te respetan.
Demoler todos tus escondites y soltar todos los amarres a ese pasado pegajoso donde habitan tus culpas y tus complejos.
Ser ferozmente ambicioso con tus sueños y estar dispuesto a dejarte la piel por acariciarlos...
Huir de todo aquello que suene a excusa, que huela a rancio, que parezca gastado y te ayude a quedarte en la burbuja. Romper la burbuja y notar el frío y saber que estás vivo. Alejarte de los decorados y pisar la vida real.
Fabricarte una manta inmensa e imaginaria. Para el frío, para el sueño, para el desamor y las noches eternas. Para compartirla y dejarla guardada si crees que corres el riesgo de esconderte en ella y podrías perderte algo hermoso.
Desafiar las leyes de la gravedad y volar, con el pensamiento, con las ganas de salir del círculo vicioso, con la emoción de saber que pase lo que pase sabrás encontrarte los pies para seguir caminando...
Dejar de pensar qué piensan los demás, dejar de meternos en sus cabezas para adivinar como nos ven desde su mirada distorsionada...
Dejar de convivir con ese enemigo que llevas dentro y que es tan cruel contigo mismo. Quererte sin tregua ni prejuicio... Mirarte con ojos tiernos...
Encontrar un hueco para detenerse a pensar... En una muralla cercana, en una calle estrecha, en un rincón perdido, en una cima solitaria o en ese zona de tu cerebro donde habitan las emociones y todo se decide a golpe de sensación.
Cambiar de camino ahora, sin esperar a llegar a casa para dibujar un nuevo itinerario, sin saber qué esconden sus esquinas, sin mirar a los lados esperando al aprobación de nadie.
Decir algo que hace mucho que callas y ya no soportas mantener guardado porque te quema.
Hacer lo que no harías nunca, pero deseas desesperadamente.
Dibujar una ventana a tu nueva vida en una pared blanca y saltar por ella a ti mismo... A ver quién te recibe.
Fuente https://mercerou.wordpress.com/2016/03/12/como-cambiar-tu-mundo-en-cinco-minutos/
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