Si partimos en dos a la palabra desastre y utilizamos un poquito la imaginación podremos darnos cuenta de su origen: des – astre (sin astro)
Si partimos en dos a la palabra desastre y utilizamos un poquito la imaginación podremos darnos cuenta de su origen: des – astre (sin astro).
En la Antigua Grecia sus filósofos sintieron fascinación por el cielo y los astros y llegaron a creer que estos tenían una poderosa influencia en la vida de los seres humanos. Sostenían que la posición de los astros en el momento exacto del nacimiento de una persona y sus movimientos posteriores, reflejaban el carácter de la persona y por lo tanto su destino. Surgieron alrededor de esta creencia varios vocablos referenciando al azar o la suerte y una de esas palabras es desastre.
Está compuesta por el prefijo dis- des- que denota negación o inversión del significado, como por ejemplo en: disconforme (no estar conforme) o desleal (no ser leal) y también por el sustantivo griego ástron (astro) o latín astrum. Para los griegos un desastre ocurría cuando la posición de las estrellas no era favorable en determinado momento, por ejemplo en época de cosecha o en un nacimiento. Como consecuencia del desafortunado movimiento astral se auguraba una mala cosecha o un destino desgraciado para el niño.
El término desastre llegó al español desde el provenzal, donde significaba “desgracia” y a su vez éste procedía del italiano ‘disastro’ con el mismo significado, pero su verdadero origen está en aquella Grecia antigua, donde la creencia en la influencia de los astros sobre los acontecimientos en la tierra le dio sentido.
Generalmente los eventos socios naturales se asocian con sucesos negativos sobre una población vulnerable, es decir, que presenta alto riesgos de sufrir daños materiales y humanos.
Alto riesgos de sufrir daños materiales y humanos.
Si reflexionamos sobre esta breve reseña histrorica cabria preguntarnos ¿las conceptualizaciones que hemos leído y observado en diferentes oportunidades se aproximan a esta realidad sociohistorica? La respuesta que usted necesita solo podrá obtenerla si observa las siguientes conceptualizaciones :
Desastres: Alteraciones graves en las personas, los bienes, los servicios y el ambiente, causadas por un suceso natural o generado por la actividad humana, que exceden la capacidad de respuesta de la comunidad afectada.
Ley de Riesgos Socio Naturales y Tecnológicos
Desastre: todo evento violento, repentino y no deseado, capaz de alterar la estructura social y económica de la comunidad, produciendo grandes daños materiales y numerosas pérdidas de vidas humanas y que sobrepasa la capacidad de respuesta de los organismos de atención primaria o de emergencia para atender eficazmente sus consecuencias.
Ley de Protección Civil y Administración de Desastres
Como se puede observar existen dos visiones distintas de los desastres en el marco jurídico venezolano, ahora bien estas conceptualizaciones deben relacionarse entra si y no ver el desastre como el acontecimiento en si sino desde la percepción del ser humano es por ello que planteo la siguiente propuesta para un sano debate:
Desastre: Es la percepción individual o colectiva sobre aquellos eventos que por su manifestación bien sea natural u ocasionada por intervención humana inciden de forma súbita o progresiva en el desarrollo normal de ciertas actividades políticas económicas, sociales y culturales de la comunidad que habita en un espacio geográfico determinado y que puede asociarse a grandes daños materiales, numerosas pérdidas de vidas humanas o caos generalizado.
Ahora usted se hará la siguiente interrogante ¿Cómo se fundamenta esta teoria?, la respuesta es simple es necesario hacer verdadero recuento sobre los diferentes estudios realizados por ejemplo, Lindemann fue uno de los primeros en explorar este tema, en su análisis de la conducta de las personas afectadas después del incendio del club nocturno Coconut Grove en Boston (Lindemann, 1944). Otros que han compartido su punto de vista son Lifton (1967), en su estudio sobre las víctimas de Hiroshima, desastre provocado por el hombre; Erikson (1976), con su trabajo después de la inundación de Buffalo Creek, y Cohen (1976), por un lado, y Ahearn y Rizo Castellón (1978),
En su mayoría han coincidido que cada individuo tiene frente a sí la dificultad de interpretar una realidad nueva y quizá aterrorizante. La tendencia común es relacionar los signos del desastre con eventos normales y familiares. Esta inclinación es particularmente común en desastres que ocurren sin previo aviso o en que se desconoce la causa desencadenante. En ocasiones, se da la advertencia de peligro inminente, pero es habitual que las personas hagan caso omiso de ella. Este problema de interpretación correcta de la realidad también se intensifica cuando el individuo no ha tenido otras experiencias en desastres (Kilpatrick, 1957; Fritz, 1961)
Durante una crisis, es probable que ciertos mitos influyan en las percepciones que tiene un individuo. Uno de ellos es el mito de la invulnerabilidad personal, que hace que la persona crea que, si bien la fuerza destructiva es real, no le causará daños en lo personal. Cuando ya no es posible sostener este mito, suele ser reemplazado con la ilusión de posición central, o sea la sensación de que la fuerza destructiva está dirigida de manera exclusiva a la persona (McGonagle, 1964). Ambos mitos deforman la realidad y son dañinos hasta el punto de que pueden impedir que el individuo enfrente la realidad misma y hacer que adopte una conducta inapropiada. Resulta interesante que estos mitos suelen continuar mucho tiempo después del impacto del desastre e influyan sobre la conducta de las personas durante semanas e incluso meses ulteriores.[1]
[1] hearn, Federico L. Consecuencias Psico-Sociales de un Terremoto. Managua, Nicaragua: Junta Nacional de Asistencia y Previsión, 1976
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