domingo, 15 de septiembre de 2013

Los juegos olímpicos son menos lucrativos de lo que parecen

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Acaba de perder España, exactamente Madrid, las votaciones para ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2020. La tercera derrota en esa misma cantidad de intentos consecutivos y un gran varapalo para millares de ciudadanos, sobre todo madrileños, que veían en la candidatura una oportunidad para vitalizar la maltrecha economía del país.
Es por ello que, desde el perfil economista, la pregunta es si ¿realmente se benefician los países que acogen la cita más importante del mundo deportivo?
El viernes, en la ciudad de Buenos Aires, el Comité Olímpico Internacional (COI) eligió a Tokio como sede de las Olimpiadas de Verano de 2020, imponiéndose en la votación final a Estambul y Madrid. Así, la capital nipona tomará el relevo a Río 2016.
La capital de Japón deberá ahora hacer un gran esfuerzo para levantar las 22 instalaciones (el 59% del total) que aún no existen y para las cuales cuenta con un fondo de 4 500 millones de dólares. El área residencial, que acogerá a unos 17 000 atletas, contará con edificios de diseño futurista que costarán, según los analistas, unos 1 050 millones de dólares.
Además, para controlar las filtraciones de agua radiactiva al mar desde la central nuclear de Fukushima, el Gobierno anunció una inversión de 472 millones de dólares, de la que la mayor parte se destinará a un proyecto experimental para congelar el suelo alrededor de los edificios de los reactores.
Los funcionarios japoneses hace tiempo convencieron a sus ciudadanos de que los ingresos de los Juegos superarán los costos gracias a la venta de entradas, el gran número de puestos de trabajo que se generarán en la construcción de las instalaciones deportivas, y la gran afluencia de turistas.
Sin embargo, varios economistas independientes están seguros de que los cálculos para los Juegos Olímpicos son mucho más complicados que como se describen en los proyectos políticos, tal y como le ocurrió a varias ciudades que organizaron el evento olímpico. He aquí algunas de ellas:
- Atenas 2004. La capital de Grecia, un país que atraviesa una fuerte recesión, perdió varios miles de millones de dólares. De acuerdo con un documento de trabajo preparado por la Escuela de Negocios de la Universidad de Oxford, el costo del proyecto superó el presupuesto previsto en un 796 %.
- En Montreal 1976, el alcalde Jean Drapeau antes de la cita declaró que los costos serían pagados por sí mismos, y la tesorería de la ciudad rentabilizaría los ingresos del evento. Sin embargo, la deuda de la ciudad al final fue de 1.500 millones de dólares, que no pudo pagar sino hasta después de 4 años.
- En los Juegos de Invierno de Lake Placid 1980 los presupuestos fueron más modestos, sin embargo los gastos finales superaron en un 320% lo planificado. Al final la ciudad, con un déficit de unos 8 millones de dólares, se vio obligada a pedir ayuda al estado de Nueva York para pagar sus deudas.
- Los organizadores de los Juegos Olímpicos en otra ciudad japonesa, Nagano 1998, estaban seguros de que el evento impulsaría un auge turístico, pero después de la ceremonia de clausura no se vio la afluencia de turistas esperada. El costo del presupuesto de la ciudad se superó en un 56% lo previsto y las pérdidas siguen siendo desconocidas.
- El costo de los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville 1992 excedió el presupuesto fijado en un 135%. El déficit de 57 millones de dólares obligó al Gobierno francés a responder por una parte de la deuda.
“Casi en el 100% de los casos los gastos en los Juegos Olímpicos son mayores que el presupuesto previsto”, aseguran los investigadores de Oxford. “Otros megaproyectos tienden a cuadrar en el presupuesto, pero no los Juegos Olímpicos”, subrayan.
¿Será Tokio la excepción? El tiempo lo dirá.
SIBCI/ Cuba Debate


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