Caracas, 11 Feb. AVN.- El 12 de febrero de 1814, la Batalla de La Victoria, episodio de la guerra de independencia en el que destacan el ingenio y la voluntad de una tropa joven pero con arrojo, hizo retroceder a las fuerzas realistas, dio ánimos a la República naciente para regularizar su desempeño en la guerra y se constituyó como un ejemplo de lucha revolucionaria indómita ante el enemigo.
En 1813 distintas fuerzas alineadas con la reacción realista comenzaron a reagruparse en varios lugares de las provincias para hacerle frente al movimiento emancipador luego de ser emprendida la Campaña Admirable que logró liberar La Grita, Mérida, Trujillo, Boconó, Guanare, Barinas, Araure, Barquisimeto, Puerto Cabello, Valencia, hasta la entrada de Simón Bolívar a Caracas el 6 de agosto.
La pérdida de la Primera República (1812) con la capitulación de Francisco de Miranda le había dado fuerza a los bandos realistas comandados por el capitán de fragata Domingo Monteverde, sin embargo, las batallas libradas por Bolívar en el occidente y la llegada de Santiago Mariño por oriente provocaron que el entonces Capitán General huyera de Venezuela.
La ciudad aragüeña de La Victoria, entrada estratégica a Caracas, ya era escenario de la lucha independentista. En junio de 1812, siendo Capital Provisional de la República, Miranda logró resistir el asedio de los realistas y poco después de un año, fue Bolívar quien impuso, en esa misma ciudad, la capitulación a Monteverde.
Muy pronto le tocaría defender la plaza a José Félix Ribas.
Boves
Mientras se erigía la Segunda República con los triunfos de Bolívar y Mariño en 1813, en los llanos se estaba formando una turbulencia. "De cada cepa de yerba parecía haber brotado un hombre y un caballo. De cada bosque, como fieras acosadas por el incendio, surgían legiones armadas, prestas a combatir", dice Eduardo Blanco en su libro Venezuela Heroica.
Persuadido y alentado su odio contra los mantuanos, José Tomás Boves, "el azote del cielo", se aprovechó del descontento popular que tenía el pueblo llano con las élites y reunió a 7.000 hombres, entre negros cimarrones, mulatos, mestizos, indios, moradores de las llanuras, esclavos, unos pocos españoles canarios y peninsulares, para ir contra la naciente República.
Este caudillo, resentido de los blancos criollos y reclutado por las fuerzas realistas, creó un ejército prometiendo el botín y en nombre de Fernando VII emprendió invasiones desde la llanura asegurando el saqueo de ciudades y poblados. Fusilamientos, degüellos y crueldad fueron sus métodos. "Las tierras de los blancos para los pardos", decía.
Sus huestes de torso desnudo y con largas lanzas inspiraban tanto terror que fueron llamados Legión infernal."Boves invadía", es el"leit motiv" usado por Arturo Uslar Pietri en Las Lanzas Coloradas para describir el advenimiento del caos contra La República. El caudillo, de origen asturiano, se movía desde los llanos hacia el centro y sus tropas se enfrentarán con Ribas en La Victoria, para allanar el paso sobre Caracas.
Hacia La Victoria
Masas sin conciencia de clase y caudillos ansiosos de poder respaldaron la marcha contra la Segunda República. El realista José Ceballos descendió desde Coro para ocupar Barquisimeto; Sebastián de la Calzada dio sitio a la ciudad de San Carlos; Francisco Javier Yáñez incendió Barinas junto a Antonio Puig y Remigio Ramos; Francisco Rosete invadió los Valles del Tuy para avanzar hacia Caracas, mientras varias guerrillas asediaban Valencia. Había que impedir una nueva amenaza para preservar la República: el avance de Boves sobre los Valles de Aragua.
Luego de derrotar en La Puerta a Vicente Campo Elías el 3 de febrero, Boves fue sobre las tierras del centro para tomar La Victoria. Había guerrillas en las comarcas al tiempo que el caudillo incendiaba aldeas. Bolívar reorganizó la defensa y envió a Ribas a defender la ciudad, para lo cual era necesario hacer marchar "cuanto hombre hubiera en Caracas, con especialidad los jóvenes estudiantes", relata el historiador Juan Vicente González.
"Al que puede manejar un fusil se le hace soldado", relata Eduardo Blanco y luego de una larga marcha, con siete batallones integrados por 1.500 hombres, un escuadrón de dragones y cinco piezas de artillería, Ribas ocupó La Victoria.
Parte de su ejército estaba conformado por jóvenes universitarios y 85 estudiantes del seminario Santa Rosa de Lima. "Llevaban algunos el sombrero y la chupa clerical", narra González.
Ribas, quien desde el 19 de abril de 1910 se había sumado a la causa republicana, era un jefe militar destacado por sus logros importantes para aquel momento —como las batallas de Niquitao (Trujillo) y Los Horcones (Barquisimeto)— , y su destreza como soldado,caracterizada por su arrojo al peligro en la batalla.
Ahora parte de su tropa improvisada serían jóvenes a quienes les tocó aprender de camino "el manejo del arma que los abruma con su peso", expresa Blanco. El 10 de febrero de 1814 llegaron a La Victoria.
La batalla
En Villa de Cura la gente huyó a las montañas y otros se ocultaron en el monte. Uslar Pietri describe la misa que se celebraba en la iglesia, interrumpida cuando saltaron las cerraduras y apareció la figura de un hombre sobre un caballo negro, pelo rojizo, nariz ganchuda, ojos claros. "Es Boves". Marchará de Villa de Cura hacia La Victoria con su numerosa tropa e infantería de pies descalzos, "alaridos roncos y pavorosos".
Era el día 12. "La invasión se aproximaba lentamente en un frente compacto y ancho", narra Uslar, "La tierra desierta esperaba". A las 7:00 de la mañana los escuadrones de Ribas se apertrecharon tras los parapetos que dejó el terremoto, el techo de la iglesia se llenó de bayonetas y la tropa empuñaba el fusil para proteger el cuadrilátero de la plaza. Ribas organizó su defensa.
Los universitarios hechos soldados miraban la mancha que se aproximaba, coronada por lanzas. Los fusileros esperaban en las montañas y los techos. Se desprende la primera avanzada y entre una nube de polvo cargan contra la ciudad. Las mechas se acercan a los fogones de los cañones y desde el cerro se descarga la fusilería contra Boves. Sus tropas bordean las calles desde el norte y el sur y chocan con las barricadas, detrás de ellas descargas cerradas los balean.
"Cinco veces mayor es el ejército que trae a combatirnos", dice Ribas a sus soldados, "Pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria (...) "En esta jornada que ha de ser memorable, ni aún podemos optar entre vencer o morir: necesario es vencer. ¡Viva la República!".
Redoblaban los tambores de la banda de guerra, una lluvia de balas escupieron los cañones con un estruendo que acompañó al vaivén de los escuadrones que se dispersaban y compactaban de nuevo frente al embate de las hordas con las que luchaban cuerpo a cuerpo, con sables, puñales y fusiles. Ribas esgrimía su espada, tomaba el fusil de los más inexpertos y reanudaba el fuego para reorganizar la defensa.
Soldados adolescentes iban cayendo al suelo donde algunos hombres y caballos, ya muertos, sirven de barricada para la fusilería que resiste. Las columnas de Francisco Tomás Morales, junto a las tropas de Boves, arremeten y dispersan a los patriotas, mientras cuerpos de guerrillas invaden techos y casas para disparar por la espalda.
Lanceros
Los lanceros de Boves no lograban salvar la defensa y eran constantemente reorganizados con tropas nuevas, "Si no es posible romperlos, pasemos por encima", dice el asturiano. Ordena una carga general por todos los flancos de la plaza y cuatro mil caballos se lanzan sobre las bayonetas. El golpe de ariete de los lanceros se repite nueve veces y sin embargo no vencen a la defensa patriota.
"No hay que desesperar, amigo mío: antes de desaparecer por completo, podemos resistir todavía dos asaltos como este", le dice Ribas a Mariano Montilla. Eran las 5:00 de la tarde y habían transcurrido cerca de nueve horas de combate en las calles de la ciudad. La tropa fatigada de tanta guerra escuchó un grito que anunciaba su cambio de suertes.
La luz del poniente encandiló a los lanceros que sólo divisaban una nube de polvo que traía consigo a la caballería que de forma inesperada llegaba desde San Mateo. Redoblaron los tambores y la retaguardia de Boves debió hacer un cambio de frente para resistir a los 220 hombres a caballo divididos en dos columnas comandadas por Campo Elías. "¡Adelante!", pechos y vientres sintieron el frío de la bayonetas.
Ribas ordena a cien dragones que monten sus caballos. Se lanzan contra el enemigo y rompen las líneas de Morales que daban sitio a la plaza. Las legiones de Campo Elías y Montilla se encuentran para hacerle frente a Boves. Durante la afrenta Ribas sale de la plaza y con una columna cerrada logra dispersar a los lanceros que huyen al monte, para tomar en su totalidad el campo de batalla, derrotando a los realistas. "Ya Boves no está sobre su caballo", narra Uslar.
Morales y Boves huyeron vencidos, este último llega hasta Villa de Cura, se oculta de los ataques patriotas en una iglesia y poco después sale para reorganizar su tropa y ocupar Cagua. Posteriormente, emprenderá su campaña hacia Caracas y oriente. Meses después, el 7 de diciembre de ese año, caerá en la retaguardia, bajo seis lanzas en la batalla de Urica.
El Vencedor
"El General Ribas, sobre quien la adversidad no puede nada, el héroe de Niquitao y Los Horcones, será desde hoy titulado 'El vencedor de los tiranos en La Victoria'...", proclama el Libertador el 13 de febrero de 1814 en su Cuartel general de Valencia.
"La sangre de los ilustres caraqueños derramada en La Victoria y la protección visible de María Santísima de la Concepción, fueron los que salvaron la Patria en aquel memorable día; yo suplico encarecidamente a ustedes que todo el premio que debía de asignárseme recaiga en beneficio de tantas viudas y huérfanos", responde en una carta José Félix Ribas el 18 de febrero.
Luego de perderse, el 11 de diciembre, la Quinta Batalla de Maturín, Ribas será capturado por una delación y ejecutado por los realistas el 31 de enero de 1815. Con su última batalla se había perdido también la Segunda República.
El revanchismo de los reaccionarios no tuvo límites. Su cuerpo fue mutilado, y su cabeza frita en aceite enviada a la capital y colocada en la Puerta de Caracas. Aunque la República de 1813 y 1814 resistió una serie de derrotas, Ribas y sus jóvenes tropas fueron en La Victoria la brillante llama de la emancipación que no se extinguiría. Habría que esperar el 6 de julio de 1816, cuando el Libertador, proveniente de Haití, desembarcara nuevamente en tierras aragüeñas: Ocumare de La Costa.
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