Eligiendo en la austeridad
En esta nueva elección europea se vuelve a plantear el eje del debate en torno a las políticas de austeridad que se impusieron en todo el continente durante la última década. En este caso -a diferencia de otros países como España o Grecia- las políticas de austeridad que buscan terminar con el déficit fiscal a costa de recortar derechos y beneficios sociales son defendidas con matices tanto por los conservadores como por los laboristas.
Desde el año 2010 la administración de David Cameron redujo un 40% el financiamiento de las ciudades inglesas. Tendencialmente la mitad de las ciudades están en riesgo de quebrar financieramente en los próximos años según la Oficina Nacional de Auditoría. Entre otras cosas, los recortes en el financiamiento local de ciudades por el gobierno central lleva a que en los barrios más pobres se recolecte la basura una vez cada 15 días.
Otras expresiones de las políticas de austeridad son los bancos de alimentos que se han multiplicado a partir del crecimiento de la demanda en los últimos años y los barrios de Londres en dónde más de la mitad de los niños vive debajo de la línea de pobreza. El estado de bienestar montado por los laboristas en la pos-guerra y que comenzó a desarmar el gobierno de Margaret Thatcher en la década del 80 es cada vez más un recuerdo del pasado.
Actualmente, la encuesta de ComRes sostiene que tanto los conservadores como los liberales se encuentran en una situación de empate técnico que les daría a cada uno el 33% de los votos. Por su parte el xenófobo Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) lograría el 13%, el partido liberal-demócrata el 8% y los verdes el 7%. La encuesta de Opinium marca resultados similares, otorgándole 35% a los conservadores y 34% a los laboristas.
Los conservadores que amenazan a Europa
El partido conservador busca la continuidad de Cameron. Su apuesta política es fortalecer las políticas de austeridad en Reino Unido que le permitan terminar con el déficit fiscal que se ha venido reduciendo en los últimos. En el año 2010 Cameron logró ser elegido primer ministro con el apoyo de los liberales demócratas que habían alcanzado el 23% de los votos. En este caso, las posibilidades de que suceda algo similar parecen lejanas a partir del gran retroceso electoral de ese partido.
La principal traba que tienen los conservadores es la gran emergencia de UKIP. El partido ultra-derechista y anti-europeísta había logrado en 2010 apenas el 3,1% de los votos, pero en los últimos años ha sido parte del avance de las fuerzas conservadoras en el continente -como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia-.
En ese contexto, en los últimos días de campaña, Cameron apuesta a restarle votos al candidato de UKIP, Nigel Farange, derechizando su discurso. La principal propuesta del mandatario es convocar a un referéndum sobre la pertenencia o no de Reino Unido a la Unión Europea. El actual primer ministro considera que igualmente antes de que eso suceda sería necesario imponer reformas que reposicionen mejor al país en el mapa europeo. De esa manera, intenta acaparar a los votantes más anti-europeístas que se inclinan por UKIP.
Mientras todos los gobiernos conservadores del continente amenazan a Grecia con ser expulsada de la Unión Europea, en el Reino Unido se jactan de la posibilidad de que ellos mismos decidan irse.
Los nacionalistas escoceses pueden definir
Por su parte, el partido laborista que lleva como candidato a Ed Miliband se presenta como la principal alternativa de gobierno, aunque al igual que los conservadores está lejos aún de lograr la mayoría absoluta.
Sobre el candidato laborista, que fue parte de la administración de Gordon Brown entre el 2007 y el 2010, se focalizan las acusaciones conservadoras sobre el aumento del déficit fiscal durante esos años. Como respuesta Miliband y los laboristas sostienen que ellos también proponen reducir el déficit fiscal pero con menos austeridad. Los socialdemocratas -al igual que en otros países como España o Grecia están- son presos de sus anteriores administraciones que fueron rechazadas por sus propias bases sociales. Sin embargo, mantienen posibilidades de llegar al gobierno.
El Partido Nacional Escoses (SNP) es otra novedad en esta elección. La mayoría de los escoceses no están dispuestos a seguir dándoles su voto a los laboristas como hicieron durante muchos años. En el 2010 de los 59 escaños en disputa en Escocia, 41 fueron para los laboristas y 6 para el SNP. Ahora, según las encuestas el SNP tendría una intención de voto por encima del 50%. Este posible resultado le permitiría a los nacionalistas escoses convertirse en la tercera fuerza parlamentaria que podría definir la elección.
En septiembre del 2014 el referéndum por la independencia de Escocia le había dado un resultado adverso a los independentistas y al SNP. Pero, al margen de los resultados, esa elección terminó uniendo a los laboristas con los conservadores, un hecho que fue claramente capitalizado por el SNP que ha crecido exponencialmente desde entonces. A partir de entonces, quienes fueron derrotados en las urnas cuatriplicaron sus afiliados (llegando a cien mil).
Maihri Black, candidato del SNP, declaraba hace unas semanas a El País de España que: “En estas elecciones la independencia no está encima de la mesa. Aceptamos que Escocia ha elegido seguir siendo parte de la Unión. Nuestra labor, como partido escocés, es hacer que el sistema funcione mejor para nosotros”. Y agregaba que: “La gente cree que el laborismo les ha decepcionado, que le dio la espalda a la clase trabajadora y se acercó a los poderes económicos y políticos”.
Pero, con el triunfo en Escocia de los nacionalistas no se descarta la posibilidad de que sean quienes habiliten los votos necesarios para que los laboristas impongan a Ed Miliban como primer ministro. Si bien los laboristas anuncian que esa opción está descartada, los nacionalistas sentaron la posición de que apoyaran a la mayoría alternativa a los conservadores. Por su parte, Cameron calificó a esta opción como una “coalición del caos”.
La emergencia tanto de partidos de ultra-derecha como de partidos nacionalistas que se oponen a la austeridad ya no es una novedad en Europa. Lo que sí tiene un carácter inédito en el Reino Unido es la incertidumbre por el resultado electoral y los pactos posteriores. Los laboristas o los conservadores, si pretenden gobernar, tendrán que realizar pactos con fuerzas con las que jamás lo habían realizado previamente.
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