30/06/13.- La obesidad se ha convertido hoy en día en un problema de salud pública, la modificación de la dieta tradicional por la transculturización ha dado paso a la proliferación de cada vez más opciones de comida rápida, un término descriptivo para la comida que es percibida como insalubre, de poco valor nutricional y sin ningún arraigo en nuestra cultura gastronómica.
Así el tradicional pabellón criollo, la sopa de gallina y el bienmesabe, por nombrar sólo algunos de los dignos exponentes de la mesa nacional, no forman parte del menú de las cadenas de alimentos que abundan en los tan visitados centros comerciales, sino que encontraron sustitutos en hamburguesas, pizzas y donas. La imposición de modelos extranjeros por la globalización no se queda sólo en patrones culturales, sino en la masificación de alimentos poco nutritivos, cuyo consumo representa un riesgo importante para la salud y que han desplazado a los sabores propios de cada región.
Para referirnos a estos alimentos, se ha utilizado el término “comida chatarra”, pues llena pero no nutre, debido a que son productos refinados que han perdido todos los nutrientes, además contienen una gran cantidad de sal, azúcares, grasas (saturadas, trans, colesterol), calorías, estrógenos y macro nutrientes.
Sobrepeso y obesidad, mayor riesgo cardiovascular, diabetes y hasta cáncer, son tan sólo algunas de las consecuencias del consumo regular de la llamada “comida chatarra”.
Con el paso de los años, los grupos que son más vulnerables y se ven más afectados por los efectos negativos de la comida rápida son los niños, niñas y adolescentes al consumirla progresivamente en excesivas cantidades. Comer constantemente este tipo de productos provoca que afiancen esos sabores “dañinos” y rechacen el consumo de alimentos sanos como los vegetales y hortalizas.
En este sentido, los anuncios televisivos pueden afectar negativamente en la selección de alimentos que se consumen a diario. A través de la publicidad y la masificación de establecimientos de venta de comida chatarra se estimula el consumo de estos productos influyendo en los hábitos alimentarios de la población venezolana y creando una cultura nociva para la salud.
RECOMENDACIONES PARA LA VIDA SANA
En el marco de la Misión Alimentación, parte importante de la tarea es incentivar los buenos hábitos para lograr una vida más sana.
La recomendación principal a la hora de comprar es mirar las etiquetas para saber qué componentes contienen los productos que estamos llevando a la mesa.
Los jugos y néctares que consumimos tienen una gran cantidad de azúcar y en el proceso de industrialización pierden la fibra y los componentes nutritivos de las frutas. Por ello que no es recomendable su consumo a diario, y es es preferible tomar jugos caseros.
Usando la filosofía del “Trompo de los Alimentos” podremos determinar las cantidades necesarias de cada grupo nutricional para mantenernos sanos.
Come con conciencia: Para tener una vida sana, en nuestra dieta también debemos consumir suficiente agua para nuestro cuerpo. Los hombres necesitan un promedio de tres litros y medio de agua diarios y las mujeres dos litros y medio.
El agua es un alimento verdaderamente extraordinario y esencial para la vida. Los alimentos y los gases se transportan en medio acuoso, el agua regula nuestra temperatura, lubrica nuestras articulaciones y contribuye de forma decisiva a dar estructura y forma al cuerpo mediante la rigidez que proporciona a los tejidos, debido a que este preciado líquido no es comprimible. Además, una correcta hidratación contribuye a mantener la piel tersa y joven, ya que la deshidratación aguda o crónica provoca que la piel se arrugue y resquebraje con facilidad.
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