domingo, 30 de junio de 2013

Comunicación para la paz versus

comunicación para la guerra
OPINIÓN NUMA MOLINA
EN LOS ALBORES DEL FENÓMENO COMUNICACIONAL
Desde los propios inicios del homo sapiens sobre la tierra ya vemos cómo una de sus primeras actividades es la de comunicar. Los primeros códices sobre arcilla o sobre piedra o los petroglifos impresos en la roca, obra de las milenarias culturas precolombinas de nuestra América se convierten en precursores del moderno y acelerado mundo de las comunicaciones que hoy tenemos. Es el afán del hombre por transmitir sus vivencias y sus anhelos más profundos.
En lo que fue la Roma imperial existe la famosa columna de Trajano que no es otra cosa que la narrativa de cinco años de batallas y conquistas del emperador. Es un libro esculpido en mármol de modo helicoidal en 40 metros de altura. Allí están todas las escenas mas importantes del emperador, eso podríamos llamarlo hoy los inicios de una cinta moderna de cinematografía, es decir, la columna de Trajano la podemos llevar hoy narrada en un diminuto chip. No obstante nuestros adelantos, estos monumentos son testimonio de cuanto el hombre ha hecho para comunicar.
COMUNICACIÓN EN LA GÉNESIS BÍBLICA.
Si vamos a la narración bíblica de los orígenes del hombre podemos encontrarnos con la sorpresa de que lo primero que hace este ser creado a imagen y semejanza de Dios es comunicar. Dios le encomienda poner un nombre a todos los seres creados. Y cuando aparece la mujer como alteridad, el hombre rompe en un himno de alabanza diciendo esta si es carne de mi carne, es decir con esta si me puedo comunicar, encontrar (que sería poner en común la vida). El autor sagrado reseña allí la importancia de la otra como semejante a él en sentimientos con la que puede compartir el mundo de su intimidad. Eso significa comunicación, poner en común, sacar de mi interior lo íntimo, lo más sagrado, aquello que se ha gestado en la hondura de mi vida para compartirlo con los demás, para ponerlo en común. Por eso la comunicación mientras más esté respaldada por la confianza entre los interlocutores y alimentada por el afecto que produce la amistad, mayor hondura posee. Esto nos llevaría a sacar la siguiente conclusión: la palabra es una criatura que se gesta en cada instante de nuestras vivencias más hondas. De ahí la responsabilidad que tenemos de valorar nuestro código simbólico de comunicación. Todos nosotros somos un concierto de gestos, signos, palabras, sentimientos que comunican. Cuando miro al rostro del hermano puedo intuir su estado de ánimo porque somos comunicación.
Lo anterior nos lleva a comprender que la comunicación tiene una espiritualidad, el hombre y la mujer comunican porque son trascendentes. Solo el ser humano es el único capaz de tocarnos la fibra más íntima de nuestros afectos con la palabra desde la poesía, desde el arte, etc. y qué es eso sino la más pura espiritualidad de la comunicación. He allí el problema, la acción humana y divina de comunicar ha crecido hoy de tal manera en la misma medida que han aumentado los canales, es decir los medios a través de los cuales podemos transmitir lo que sentimos. Pero ha sido de tal magnitud el desbordamiento y la entronización de lo mediático que hasta hemos confundido los instrumentos con la palabra, hemos confundido los fines con los medios. El fin de la comunicación es crear comunidad, generar lazos de vida, poner en común para el enriquecimiento común.
Hoy, lamentablemente cuando hablamos de las comunicaciones inmediatamente pensamos en el instrumento, en el canal y no en la trascendencia de la palabra o el símbolo, cuando hablamos de comunicación lo significamos con un televisor, una antena, no lo significamos con un rostro, con una mirada, con una palabra pronunciada. Hay que valorar el instrumento como lo que es, el canal, el medio que hace de prótesis para que la palabra profunda y hacedora de vida llegue a las multitudes, pero sin que esta pierda su esencia, su riqueza, su etapa germinal de vida que adquirió en el humus espiritual del ser que la dio a luz, el ser humano. Ahí creo que está la dificultad que hoy afrontamos, la comunicación ha sido abandonada al libre albedrío de un arsenal de instrumentos infinitos y ha terminado devaluada y manipulada para otros fines menos para los que el hombre en sus inicios la usó, para la unidad, para la comunidad. La comunicación por ese camino ha crecido como una potra salvaje en un bosque mediático y sin espiritualidad.
COMUNICACIÓN PARA LA PAZ
Después del enfoque que he hecho en los párrafos anteriores, si hemos quedado claros del concepto primigenio de la comunicación, tendríamos que decir que el título “comunicación para la paz” es una redundancia, pues la comunicación humana por su misma esencia tendría que tener la paz y el bienestar como su único objetivo. No obstante hoy nos encontramos con la simple y cruda realidad de que la comunicación se ha convertido en una poderosísima arma de guerra. Justamente porque ha perdido su dimensión trascendente y la han convertido en una mercancía. Los medios que aparecieron en el escenario para llevar mensajes de vida, cayeron en manos del capitalismo salvaje e inmoral que los convirtió en el negocio que se encarga de apalancar la carrera armamentista. Países enteros que antes vivían en paz son demonizados desde afuera y desde dentro por los empresarios de la comunicación como paso previo a la invasión y a la muerte. Campos infinitos minados, niños macilentos, Irak por ejemplo con el mayor número de viudas y de huérfanos en el mundo y de eso los primeros culpables son los mercenarios de la comunicación. Si hubiese un tribunal implacable en el mundo para juzgar a los crímenes de Lesa Humanidad ese tribunal tendría que poner de primero en el paredón a los genocidas mediáticos de CNN, BBC y todo el elenco de trasnacionales mediáticas y cachorros vendidos que les hacen el coro desde cada continente y desde cada país.
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Y nosotros ¿qué hacer?
El

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