SOCIALES | El querido, ultra-versionado y aplaudido promotor de la tonada falleció este miércoles en su casa… Hoy el país entero recuerda sus aportes no sólo a la música, sino a muchas otras áreas de la cultura nacional.
REDACCIÓN ELINFORMADOR.COM.VE.- El cara e’carné. Así llamaban a Simón Narciso Díaz Márquez sus tres hijos porque no existía un solo lugar a donde él llegara y no lo reconocieran. Y era obvio que eso ocurriera, pues con sus coplas bajo el brazo recorrió Venezuela durante seis décadas, desde que salió a labrar su vida y la de los suyos de la Barbacoas guariqueña (hoy de Aragua) que lo vio nacer un 8/8 de 1928.
Sus primeros oficios, como mandadero, becerrero, vendedor y hasta boxeador, se dieron a lo largo del transitar que lo condujo a su ciudad adoptiva: San Juan de los Morros. Una vez allí, se valió de las nociones musicales que le había inculcado su padre y pasó de ser atrilero de la Orquesta Siboney al crooner de sus boleros.
Caracas fue su próxima estación, sin embargo, en aquel año 1949 la música quedó en stand by por la necesidad de proveerles a su madre y a sus siete hermanos. “Originalmente consiguió trabajo de mensajero en un banco y aunque no se había montado ni en una bicicleta, él dijo que sabía manejar moto”, relató, en alguna ocasión, su hija Bettsimar.
No obstante, Díaz no aguantó y, a tres meses de su arribo a la capital, ingresó a la Escuela Superior de Música dirigida por Vicente Emilio Sojo.
De la radio…
Los nexos que empezó a establecer, con personalidades relacionadas con la música, le permitieron comenzar a hacer “tiros” en las ondas hertzianas hasta que, a mediados de los años cincuenta, se estrenó en Radio Rumbos con El Llanero, donde afinaba sus propias melodías y promovía las de otros.
Los nexos que empezó a establecer, con personalidades relacionadas con la música, le permitieron comenzar a hacer “tiros” en las ondas hertzianas hasta que, a mediados de los años cincuenta, se estrenó en Radio Rumbos con El Llanero, donde afinaba sus propias melodías y promovía las de otros.
Al poco tiempo creó Media hora con Joselo y Simón, donde se sumó a su pariente en el impulso a la comicidad criolla y, a la postre, fundó Rumbos, Coplas y Canciones, donde se dieron cita los mejores folkloristas a lo largo de un cuarto de siglo.
… a la TV
La televisión, claro está, fue el siguiente escalón y lo que sucedió fue que Simón se enteró de que mientras él cobraba mil bolívares ya como jefe de cuentas, Joselo ganaba 7 mil en la Rochela. Apretado por la situación económica, en vista de que en 1960 formó su familia con Betty García, el mayor de los varones Díaz le pidió a su hermano que divulgara que él era mejor, a ver si le conseguía un puesto. Pese a la solicitud, fue su talento el que lo llevó a la pantalla pues, tras una reunión social donde cantó, contó y bromeó, lo contrató un ejecutivo de Venevisión.
La televisión, claro está, fue el siguiente escalón y lo que sucedió fue que Simón se enteró de que mientras él cobraba mil bolívares ya como jefe de cuentas, Joselo ganaba 7 mil en la Rochela. Apretado por la situación económica, en vista de que en 1960 formó su familia con Betty García, el mayor de los varones Díaz le pidió a su hermano que divulgara que él era mejor, a ver si le conseguía un puesto. Pese a la solicitud, fue su talento el que lo llevó a la pantalla pues, tras una reunión social donde cantó, contó y bromeó, lo contrató un ejecutivo de Venevisión.
Alrededor de 1963 debutó con La Quinta de Simón y, con su “¡caracha, negro!”, dejó sentado que su presencia ante las cámaras tenía como objetivo promover el humor y las costumbres autóctonas. En Reina por un Día, El show de Joselo y Simón, entre otros, reiteró su misión pero fue en Contesta por Tío Simón, surgido a mediados de los años ochenta, donde la afianzó por tres lustros de la mano de Coquito, Zurima, Teresita y Chusmita, quienes lo convirtieron en el “tío” de una nación completa.
Y la tonada
Por el canal que fuere, Simón Díaz siempre cantó y puso a otros a cantar temas tradicionales, si bien fue en 1962 cuando vio la luz Parranda Criolla, con el que inauguró los más de 70 álbumes que tendría en su haber.
Un año más tarde entabló amistad con Hugo Blanco, su célebre productor, con quien arrancó registrando los tracks de la película Isla de Sal, donde el guariqueño actuó e interpretó la graciosa “Por Elba” y la “Tonada del Cabrestero”; con esta última, inició su labor de rescate de ese género nativo. “Es que iba a desaparecer, en tanto se alimenta del trajín del llanero y eso estaba quedando en el olvido con la mecanización”, explicó su hijo mayor y tocayo.
“Sabana” y “Luna de Margarita”, dedicada a su señora, vinieron a continuación pero fue a partir de Tonadas I, de 1974, cuando Simón se enfocó más en los versos del ordeño y del arreo y fue renunciando a su repertorio chistoso de gaitas.
“Sabana” y “Luna de Margarita”, dedicada a su señora, vinieron a continuación pero fue a partir de Tonadas I, de 1974, cuando Simón se enfocó más en los versos del ordeño y del arreo y fue renunciando a su repertorio chistoso de gaitas.
Imbuido en ese amor al trino por la tierra -y luego de un contrapunteo por una jovencita-, compuso la 350 veces versionada “Caballo Viejo”, a finales de los setenta. Los Gipsy Kings se la robaron y la internacionalizaron, él la recuperó, la presumió con Julio Iglesias y Plácido Domingo y se la prestó a Raphael, Ray Connif, Yordano, Manzanero y tantos más, como el realizador de Flores de Otro Mundo, Icíar Bollaín.
De modo similar, Pedro Almodóvar incluyó la “Tonada de luna llena” en el film La Flor de mi Secreto y, a la par, la coreógrafa alemana Pina Bausch eligió varias de sus piezas, para la obra Nur Du. Con todo, fue el autor de “La vaca mariposa”, con mérito propio, quien se encargó de exportar su voz y su cuatro desde Caracas hasta México DF, cruzando por París y llegando hasta Irak, con una parada ineludible en Houston para recibir el Grammy Latino que, en 2008 y gracias al clamor de sus admiradores, le concedió la Academia de Grabación por su Excelencia Musical.
En el cine
Cuentos para mayores (Román Chalbaud, 1963)
Isla de Sal (Clemente de la Cerda, 1964)
El Reportero (Rafael Beledón, 1966)
La Bomba (Julio César Mármol, 1975)
Fiebre (Juan Santana, 1976)
La Invasión (Julio César Mármol, 1977)
La empresa perdona un momento de locura (Mauricio Wallerstein, 1978).
Cuentos para mayores (Román Chalbaud, 1963)
Isla de Sal (Clemente de la Cerda, 1964)
El Reportero (Rafael Beledón, 1966)
La Bomba (Julio César Mármol, 1975)
Fiebre (Juan Santana, 1976)
La Invasión (Julio César Mármol, 1977)
La empresa perdona un momento de locura (Mauricio Wallerstein, 1978).
Tomado de Últimas Noticias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario