En su larga y lenta evolución hacia un desarrollo armónico, los conglomerados sociales han implantado reglas de acuerdo mutuo que buscan equilibrar las relaciones y a su vez contener los excesos que casi siempre derivan en conflictos interpersonales o grupales cuyas mayores expresiones son las guerras en sus infinitas escalas y dimensiones.
Se explican así los códigos de Hammurabí o el de mayor difusión, los Diez Mandamientos, que buscan poner límites a la conducta humana. Resulta obvio que para que estas reglas o códigos funcionen se requiere el acatamiento a las mismas, es decir, el reconocimiento y la lealtad tanto a la norma como a quien la proclama.
La temprana desaparición física del Comandante Hugo Chávez significó un reacomodo en las funciones de la dirigencia que siempre lo acompañó, que siempre le fue leal aún en los momentos difíciles y que hoy sigue batallando para defender el legado del Comandante Eterno con un alto nivel de lealtad.
El ejercicio del poder conlleva un sinnúmero de dificultades y de tropiezos que se compensan con el acto de servir al Pueblo, de elevar su condición material de vida, de nutrirlo con el mensaje social que encierra el socialismo y podemos decir con orgullo que estamos cumpliendo las metas trazadas gracias a la lealtad. Nunca ningún gobierno de nuestra historia republicana había volcado tantos recursos y atenciones a los más necesitados. Las cifras en educación, salud, transporte, deporte y organización popular como son las comunas son elocuentes, hablan por sí solas.
Todo esto ha sido posible porque las organizaciones revolucionarias con el PSUV a la cabeza han funcionado con disciplina y lealtad. Las decisiones inadecuadas y la conducción política que en determinados momentos pueden haber sucedido se explican porque sencillamente no somos perfectos. Ni nosotros en el ejercicio del poder ni la derecha en su errático proceder. Cabe aquí la frase bíblica evocada por el gigante Chávez ”quien esté libre de culpa que lance la primera piedra”. La crítica y la autocrítica son la savia y la esencia del movimiento revolucionario y son bienvenidas siempre y cuando tengan como meta mejorar el proceder de la organización y de sus dirigentes en el entendido que el centro del debate debe ser el Partido. Cualquiera observación, objeción, detracción, fuera de sus espacios debilita nuestras fuerzas y fortalece al enemigo. Sobre todo en estos tiempos de tecnologías de punta en telecomunicaciones, con nuevas formas de comunicaciones instantáneas que el adversario manipula con rapidez y sutileza. Y más aún en el contexto actual cuando somos víctimas de una guerra mediática por parte de la derecha y sus inspiradores imperiales. Que un ex funcionario gubernamental haga un strip tease público de sus desavenencias con el tren administrativo actual no solo es una torpeza, es una omisión a la disciplina y a la lealtad con la organización.
Seremos fuertes mientras tengamos claro que la unidad se construye con disciplina y lealtad. La lealtad es fundamental en el presente proceso revolucionario. El propio Pueblo bajo ningún pretexto quiere dar marcha atrás a los logros alcanzados en Revolución.
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