La nena que alguna vez se preocupó por el futuro de la humanidad, en un mundo con el que aún permanece a su lado, poniéndole vendajes y termómetro, cumple 50 años legitimando aquella noción expuesta por Josteins Gaarder, de que la capacidad de asombro es una cualidad común entre niños y filósofos.
Si bien el autor de El mundo de Sofía procuraba mediante un personaje la explicación del mundo, Mafalda, creación de Joaquín Salvador Lavado “Quino”, con menos pretensiones y más mordacidad, le ha mostrado a varias generaciones cómo realmente es.
La primera tira de Mafalda fue publicada en la revista argentina Primera Plana el 29 de septiembre de 1964, en medio de una etapa crucial de la historia contemporánea en la que era difícil serle ajeno al mundo bipolar, el advenimiento de la Guerra Fría, la amenaza atómica y la irrupción de la Revolución Cubana, temas que Quino incluyó en algunas de las historietas.
Esta niña, con sus criticas, preguntas y juicios cuestionadores, retrató esta época de forma ingeniosa, como lo expresa el periodista colombiano Daniel Samper Pizano en el prólogo de Toda Mafalda (1993) publicado por Ediciones de La Flor, donde establece una “cronología horizontal cotidiana de Mafalda” en la que es posible “plantear, presumir y hasta descubrir vínculos mágicos o paradójicos con hechos coetáneos”.
Samper vincula hechos acontecidos en la misma fecha de la primera publicación, como el que Estados Unidos haya revelado la inminente prueba nuclear por parte de China y que el entonces presidente venezolano, Raúl Leoni, haya dicho que “los guerrilleros se han convertido en bandoleros”.
“Ni logro entender que, justamente mismo día en que los lectores argentinos conocieron a Mafalda y su familia, el presidente de Venezuela lograra establecer con precisión de físico la transformación de los guerrilleros en bandoleros, como si pasaran del estado sólido al líquido”, dice quien también es hermano del secretario general de la Unasur, Ernesto Samper Pizano.
Al respecto reflexiona que mediante un “escalofriante paralelo temático con la vida real”, el único personaje que en aquel momento fue capaz de retratar la realidad desde una perspectiva inofensiva y que a través de sus preguntas pudiera atar cabos entre los distintos fenómenos políticos, económicos y sociales, fue precisamente una pequeña de seis años.
Mafalda es la hija de un matrimonio argentino de clase media, odia la sopa y a través de su historia se hace patente la angustia generacional de dicha clase social que con mente de adultos era expresada por niños, como el que su madre no tuviera un título universitario y se quejara del costo de la vida o que su padre comprara con esfuerzo un carro y se automedicara con “Nervocalm”.
Su proceder humanista lo comparte con el resto de los personajes; como Susanita, quien aspira a ser madre; Felipe, un ingenuo lleno de esperanzas, Manolito, obsesionado con el afán mercantilista; Guille, hermano de Mafalda y defensor de su complejo de Edipo; Libertad, amante de la revolución;y Miguelito, practicante de discursos.
Con esa misma forma contradictoria que la caracteriza, Mafalda nace de un proyecto del mercado —curiosamente surge del capitalismo que ella misma cuestiona—, cuando le es encargado a Quino un proyecto de tiras cómicas de uso publicitario para la gama de productos electrodomésticos Mansfield, campaña que nunca se usó.
La tarea se inspiró en las tiras cómicas Peanuts (1950), de Charles Schulz, —conocida también en castellano como Snoopy— y Blondie (1930) de Chic Young, mejor recordada como Lorenzo y Pepita, para crear una historia cuyos recursos fueran los gags visuales, el remate inesperado del chiste, onomatopeyas y distintas tipografías, constituidas dentro de un humor más conceptual que de situación, cuyas tramas y subtramas se fundamentaban en lo social, a través de verdades incómodas y razonamientos ingeniosos que refieren la realidad argentina, latinoamericana y universal.
Luego de Primera Plana, las historietas comenzaron a ser publicadas por el diario argentino El Mundo en 1965, en 1966 por varios diarios de Uruguay, luego los primeros libros compilados en Europa, hasta que el 25 de junio de 1973 aparece por última vez en el semanario Siete Días.
Entre finales de la década de 1970 y toda la de 1980 Mafalda se convierte en personaje de campañas institucionales (Unicef), así como otros productos editoriales —entre ellos su primer libro en Estados Unidos—, exposiciones y homenajes que incluyen desde una plaza hasta una estatua en Buenos Aires.
Aunque cumple sus 50 años, no es para nada anacrónica. En la Entrevista exclusiva con Mafalda, encuentro imaginario entre el periodista Samper Pizano y el personaje, publicado en la revista colombiana Credencial en marzo de 2014, se da el siguiente diálogo:
“Perdoname, me retrasé: estaba viendo el discurso de Obama. ¿Vos lo viste? –me pregunta a modo de saludo. (Yo no sabía que iba a perorar Obama)–. ¡El pobre! –continúa Mafalda–. Lleno de buenas intenciones, pero un poco perdido. Como el mundo”.
avn
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