Hay humanos que lo que tienen es una alcancía en el pecho. La propiedad privada carcome el juicio y el sentimiento.
Privar: quitar, despojar, robar, desplumar, estafar, saquear, chupar. Todos estos sinónimos me los da el diccionario.
La propiedad de tu casa donde vives, no es privada, pero si eres dueño de un edificio entero mientras otros padecen por falta de una vivienda, eso es propiedad privada.
Yo estaba ahí cuando aquel terrateniente, señalando el horizonte en una finca de más de mil hectáreas, dijo con arrogancia y placer: “todo esto es lo mío”. Sé de quienes tienen dos y tres fincas de esas magnitudes.
Conversando el tema, un compadre me contó que miró una vez a un ganadero multimillonario regateando el precio de unas vacas para obtener la mayor ganancia posible. El sujeto murió como a los dos meses, tenía un cáncer terminal, lo sabía. De eso hay muchos cuentos, por eso les digo que la propiedad privada carcome el juicio.
Eso es cosa de locos y no precisamente la locura de Don Quijote, es una locura asquerosamente fea que está acabando con este pobre mundo.
No crea usted que en esta guerra económica muchos están en ella para tumbar el Gobierno. En esa jugada política estará el imperio y sectores internos específicos. Todo ese comportamiento comercial es el efecto dominó a raíz de una psicología. Es la locura de la propiedad privada, de la voracidad, la de extraer la máxima ganancia con el menor esfuerzo y la mínima inversión.
Solo que la soga revienta por lo más delgado y hay quienes andan con la estupidez de echar la culpa al pequeño comerciante que al menos hace la peripecia para conseguir el producto. ¿O es que vas a hacer una arepa con un billete? Aun cuando saque provecho de esa situación, su culpa es mucho menor en relación con la gran empresa conspiradora y con la de un sistema económico rentista en el que aún no hay producción verdadera y socialista mucho menos, y el capitalista del campo anda es “babeando” su codicia proponiendo semilla transgénica.
Gino González
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