RODOLFO PORRAS
Seguramente está leyendo este artículo y ya ha escuchado más de tres comentarios sobre el encuentro de anoche entre Magallanes y Caracas.
Cuando el calendario deportivo anuncia el encuentro de los “eternos rivales”, es mucha la gente que se moviliza y se sintoniza alrededor de este encuentro.
En muchas partes del mundo se construyen estas rivalidades con distintos niveles de ímpetu. Parece que los hinchas del Boca Juniors y del River Plate no se andan con bromas y los antagonismos pueden llegar a estadios de violencia catastróficos. Igual con algunas gentes del Chelsea y el Manchester United o del Real Madrid y el Barcelona. Tal vez con menos propensión a la violencia, pero con una pasión evidente, se enfrentan los seguidores de Juan Pablo Montoya y Michael Shumacher (hoy en una muy delicada situación). Se da igual con los Yankees de NY y los Red Sox de Boston. Burros Blancos y Pumas CU, Auténticos Tigres y Borregos Salvajes. En Italia vemos el fenómeno con los fanáticos del Milan y el Inter, en Uruguay con el Nacional y Peñarol, o nuestro Deportivo Táchira y el Caracas Futbol Club, Mamporal y Manatí o Caracas y Magallanes. Todos izan la bandera de su equipo y sienten un fuerte vínculo de identidad con sus copartidarios.
Es una rivalidad que distrae, divierte y hasta sirve para dar demostraciones de conocimiento respecto al tema pero, gane quien gane, el impacto en la vida cotidiana de estas personas, amén de una alegría pasajera, cambia muy poco o nada.
Esta falta de consecuencias de los resultados para el fanático se ve reflejada en los comentarios del día siguiente. Se describen las mejores jugadas, la expectativa del inning o el minuto tal que quedó defraudada, la jugada individual magistral, la brutalidad del mánager, la mala suerte, para pasar a las burlas hacia el perdedor. Y de allí a otra cosa porque el asunto no da para más.
Pero ¿qué pasaría si los medios de comunicación comenzaran a dar resultados independientemente de lo que ocurre en la realidad? Es decir, un periódico dice que ganó el Real Madrid, o que los Burros Blancos perdieron 21 a 14. Mientras que otro da una información contraria: que ganaron los Borregos Salvajes y que goleó el Barsa. Pasaría que una o dos veces los seguidores de los equipos se gritarían y se insultarían o se burlarían sin piedad unos contra otros. Pero luego tendrían que consultar varias fuentes, no quedarse con la primera noticia. Tratarían de ver los partidos y no dejarse engatusar con interpretaciones de los mismos.
Aunque en materia deportiva es difícil encontrar noticias falsas sobre resultados y mucho menos que luego se escriban comentarios basados en esta información, en otras instancias de la vida, con impacto más significativo y duradero, esto ocurre con frecuencia.
Constatar los hechos y sobre todo sus efectos en la cotidianidad es una manera de que las noticias y sus interpretaciones no rebasen nuestra percepción de la realidad.
PD: Créalo o no: ¡Anoche ganó el Caracas!
Seguramente está leyendo este artículo y ya ha escuchado más de tres comentarios sobre el encuentro de anoche entre Magallanes y Caracas.
Cuando el calendario deportivo anuncia el encuentro de los “eternos rivales”, es mucha la gente que se moviliza y se sintoniza alrededor de este encuentro.
En muchas partes del mundo se construyen estas rivalidades con distintos niveles de ímpetu. Parece que los hinchas del Boca Juniors y del River Plate no se andan con bromas y los antagonismos pueden llegar a estadios de violencia catastróficos. Igual con algunas gentes del Chelsea y el Manchester United o del Real Madrid y el Barcelona. Tal vez con menos propensión a la violencia, pero con una pasión evidente, se enfrentan los seguidores de Juan Pablo Montoya y Michael Shumacher (hoy en una muy delicada situación). Se da igual con los Yankees de NY y los Red Sox de Boston. Burros Blancos y Pumas CU, Auténticos Tigres y Borregos Salvajes. En Italia vemos el fenómeno con los fanáticos del Milan y el Inter, en Uruguay con el Nacional y Peñarol, o nuestro Deportivo Táchira y el Caracas Futbol Club, Mamporal y Manatí o Caracas y Magallanes. Todos izan la bandera de su equipo y sienten un fuerte vínculo de identidad con sus copartidarios.
Es una rivalidad que distrae, divierte y hasta sirve para dar demostraciones de conocimiento respecto al tema pero, gane quien gane, el impacto en la vida cotidiana de estas personas, amén de una alegría pasajera, cambia muy poco o nada.
Esta falta de consecuencias de los resultados para el fanático se ve reflejada en los comentarios del día siguiente. Se describen las mejores jugadas, la expectativa del inning o el minuto tal que quedó defraudada, la jugada individual magistral, la brutalidad del mánager, la mala suerte, para pasar a las burlas hacia el perdedor. Y de allí a otra cosa porque el asunto no da para más.
Pero ¿qué pasaría si los medios de comunicación comenzaran a dar resultados independientemente de lo que ocurre en la realidad? Es decir, un periódico dice que ganó el Real Madrid, o que los Burros Blancos perdieron 21 a 14. Mientras que otro da una información contraria: que ganaron los Borregos Salvajes y que goleó el Barsa. Pasaría que una o dos veces los seguidores de los equipos se gritarían y se insultarían o se burlarían sin piedad unos contra otros. Pero luego tendrían que consultar varias fuentes, no quedarse con la primera noticia. Tratarían de ver los partidos y no dejarse engatusar con interpretaciones de los mismos.
Aunque en materia deportiva es difícil encontrar noticias falsas sobre resultados y mucho menos que luego se escriban comentarios basados en esta información, en otras instancias de la vida, con impacto más significativo y duradero, esto ocurre con frecuencia.
Constatar los hechos y sobre todo sus efectos en la cotidianidad es una manera de que las noticias y sus interpretaciones no rebasen nuestra percepción de la realidad.
PD: Créalo o no: ¡Anoche ganó el Caracas!
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