Seguramente muchos compatriotas se sorprendan con el comportamiento de la oposición. Precisamente cuando el Gobierno abre más y más las puertas del diálogo, reaccionan de manera furibunda y rabiosa. El caso es de cuidado, y hay que prestarle mucha atención para evitar peores consecuencias. El veneno, si así podemos llamar el germen que genera odio y destrucción material, debe ser atacado con eficacia, antes se que se extienda con el apoyo de unos medios de comunicación, también desenfrenados.
Uno pudiera pensar que ante una situación como la que estamos viviendo, el Gobierno debate sesudamente la forma de actuar para controlar y repeler lo que evidentemente se ha convertido en vandalismo callejero. Claro, cada venezolano piensa, reflexiona y comenta la pasmosa reacción de los cuerpos de seguridad que soportan de manera estoica, y sorprendente, la agresión de estos grupos hacia ellos y hacia la propiedad privada.
De manera que es común oír a la gente decir “¿hasta cuándo se van a permitir tantos desmanes de estos sectores?”. Lo interesante de todo esto es que el presidente Nicolás Maduro y la dirección cívico-militar asumen una dirección homogénea en todo el país. Al igual que Chávez, insiste en hacer el llamado al diálogo y al entendimiento. Paz y más paz. Amor y más amor, repiten a cada rato el primer mandatario y demás funcionarios, aun cuando estén en medio de una trifulca, quemadera de basura, rompedera de vidrieras, arrancadera de árboles y cuanto encuentren en sus desesperados pasos.
Lo cierto es que una vez más la oposición actúa equivocadamente y, peor aún, totalmente al margen de la Ley. Creen ellos que en esos reductos donde se mueven con el visto bueno de sus gobernadores, alcaldes y vecinos la gente no se cansa de tanto improperio y locura. Están convencidos de que la tal intervención militar con que sueñan les permitirá obtener lo que no han podido por la vía de las elecciones y que, en el supuesto que llegare, esos mercenarios los tratarán con amor y paz.
En conclusión, no es fácil pedirle más ponderación al gobierno nacional, a sabiendas de que la desestabilización del país está abiertamente declarada con un manifiesto apoyo extranjero. Por eso cae al pelo el dicho: “Es bueno el cilantro, pero no tanto”. O si quieres este: “Ni tan calvo, ni con dos pelucas”
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