Tomate, maíz, yuca, ocumo, cambur,
aguacate, cilantro, romero, limón, caña de azúcar, guama, níspero,
mango, mamón, guanábana, mandarina, naranja, caraota, lechosa, cacao,
auyama y café son parte de lo que en “la tierra buena” que cuida este
hombre se cosecha.
“Más que todo, lo que se recolecta es
para mi comunidad, para mí y mi familia. También la utilizo para
mantenerme (a través de la venta), aunque la mayoría de las veces lo que
hago es regalar lo que consigo”, precisó.
Precisamente esa personalidad afable y
desprendida le ha hecho ser querido y respetado por los vecinos del
populoso sector que sin requerir de invitación se acercan a conversar
con Cheché sobre la ardua labor que desempeña día con día y a escuchar
atentos su reflexión acerca de impulsar estas actividades en las zonas
urbanas de la capital.
“Cultivando en la casa se ahorra
pasaje, se contribuye a la economía y se consume un producto natural”,
comentó al tiempo que aseguró que cualquier persona puede tener en su
residencia un espacio para sembrar sólo “necesita tener interés para
cultivar”.
“La agricultura es mi vida”
La pasión por este legendario arte nació
con él. Su padre, un campesino, pescador, cazador y agricultor de San
Juan de la Gordona en el estado Sucre, le inculcó desde pequeño el
espíritu de trabajo y amor por la tierra.
“Yo he estado en esto prácticamente toda
mi vida. Esta es la vida que me gusta”, enfatizó mientras tocaba con la
mano los pequeños frutos que colgaban de la planta de café.
Tanto ha sido el compromiso y la
capacidad de inventiva de Cheché Muñoz que ni la dura situación
económica de los años anteriores ni la actual coyuntura que hoy golpea a
la nación ha mermado su trabajo.
Ante el alto costo de las herramientas y
porqué no decirlo de las semillas, optó por apelar a su ingenio: las
semillas las obtiene de su propia cosecha y los utensilios los fabrica a
partir de piezas que encuentra en su propia casa.
“Siempre he sido muy independiente y he conseguido mis metas por mí mismo”
“La sequía nos afecta”
Aunque satisfactoria no todo en esta historia ha sido “miel sobre hojuelas”. Hace
unos meses un incendio voraz, provocado tal vez por la intensidad del
sol o por alguna persona malintencionada de las que aún hoy existen, le
arrebató gran parte de la cosecha que tenía sembrada en la parte
inferior del terreno.
Con nostalgia contó que las llamas
alcanzaron más de medio metro de altura, situación lógica si se toma en
cuenta que el espacio que rodea el terreno está cubierto por hojas y
arbustos secos, por lo que perdió las plantaciones de café y níspero que
allí tenía sembradas.
“La candela me quitó todo, casi hasta el
ánimo porque prácticamente me dejó sin nada (…) Pude recuperar algunas
matas y esas son las que tengo aquí”, detalló.
Aunado a ello, no dudó en señalar que la fuerte sequía que azota al país producto del fenómeno climatológico El Niño ha ocasionado la pérdida de algunas cosechas por la falta de agua, líquido vital para que la siembra tenga frutos.
El terreno, por su extensión, requiere
de un sistema de riego especial para conservar la siembra, es por ello,
que solicita ayuda gubernamental para la compra de tanques que harían
más fácil está labor.
“Éste terreno necesita unos seis tanques
de agua para mantener la cosecha porque aquí pega un sol terrible (…)
Las matas son como el cuerpo: si no tiene líquido vital ni comida no
sobrevive”, apuntó.
En este sentido, indicó que es “muy
importante” el proceso de riego se realice todos los días “en las
mañanas y a punto de las cuatro de la tarde” para mantener a un óptimo
nivel las plantas que allí florezcan.
Igualmente, aseguró que con la ayuda de
un préstamo de las instituciones públicas podría habilitarse un corral
para la cría de gallinas ponedoras y de engorde para ampliar así los
horizontes de su producción y beneficiar a más personas dentro de la
comunidad.
Karelis González/Fotos Miguel Moya/ Hoy Venezuela
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