El poder que grupos mediáticos ejercen a través de sus medios de
comunicación está degradando progresivamente su calidad informativa y,
con ello, limitando el derecho a la información de los ciudadanos.
Ahora se elabora algo fácil de consumir y vender, se busca llegar a más
gente, en favor de audiencias y rentabilidad empresarial, con salarios
y horarios inadecuados, plantillas recortadas, obligaciones
multiplicadas, etc.
El poder político es un poder legítimo con sus instrumentos
reguladores definidos, entre otros, por la labor de la oposición. A
ello se suman los medios de comunicación que dan difusión a sus
actuaciones y ejercen sobre ellos sus críticas. El poder económico tiene
también sus medios reguladores, como una oposición representada por
los sindicatos, por el mercado o por la propia sociedad que protesta.
Entre tanto, el poder mediático es el único que hoy no tiene
contrapoder y, sin embargo, persigue unas ambiciones económicas (cuando
no de otro carácter) legítimas pero no legitimadas por la misma
legalidad o por organismos que regulen su actividad.
El poder de los medios de comunicación, dado su carácter, debe
ser autónomo e independiente para que sea creíble. Estos medios no deben
aspirar a controlar, dirigir o dominar la sociedad.
Vivimos en una libertad de expresión que es una ficción. Somos
víctimas de los intereses de los emporios mediáticos. ¿Qué credibilidad
tienen los reportajes sobre una serie de televisión que se publican en
un periódico del mismo dueño que la cadena televisiva que los emite?
¿Quién puede fiarse de una crítica literaria si el dueño del diario es
también el de la editorial del supuesto best-seller? ¿Quién puede
fiarse de unas televisiones sujetas por los intereses políticos, en el
caso de las públicas; y a los empresariales, en el caso de las privadas?
Es necesario crear un quinto poder cívico, un contrapoder del
poder, que no puede nacer desde los medios de comunicación actuales,
sino desde las nuevas tecnologías, lideradas por blogeros, internautas,
periodistas, científicos, académicos, consumidores, etc. que expresen
sin cortapisas nuestros puntos de vista. Así podremos ir sumando
múltiples voces para que un auténtico clamor popular se enfrente o pueda
regular la hegemonía de la plutocracia. De esta forma se romperá el
silencio que tantos desmanes ha permitido, convirtiéndose en el
auténtico contrapoder del poder mediático. Por eso nace Globedia.
Globedia es una promesa, quiere dar una oportunidad igual a
todos y se ha constituido en un ancla a la que pueden agarrarse quienes
navegan en ese mar cada vez más encrespado de los medios de
comunicación. Quiere extenderse en los espacios libres, competir. Que
se descubra la tenacidad y la profesionalidad de quienes navegan con
toda libertad, buscando sus propias fuentes, para que su modo de
expresión y su mensaje libre se pueda captar en cualquier lugar.
Globedia quiere ser un poder auténtico, valiente, honesto,
profesional, respetando diferencias de origen, raza, religión, y
pensamiento. Planteándolo sin utopías, siendo lo libre que cualquiera
puede ser. Es una esperanza.
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