jueves, 28 de abril de 2016

La rosa encarnada de Chicago Por: Joaquín G. Santana

...salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable...


La rosa encarnada de Chicago
Por: Joaquín G. Santana


Al amanecer del 13 de noviembre de 1887 José Martí, en Nueva York, termina la lectura de los principales periódicos norteamericanos de ese día.

Todos reportan la sentencia de muerte aplicada a 4 de los 5 anarquistas que la justicia del país reconoció como autores del fallecimiento de un policía en un choque entre grupos que, a su vez, protestaban por la muerte violenta de 6 trabajadores y, por ello, enfrentaron las fuerzas represivas.

El poeta desterrado, cuya supervivencia económica se basa en largos y juiciosos despachos de temas norteamericanos para numerosas publicaciones de América, se dispone a escribir un largo texto que enviará después al periódico “La Nación”, de Buenos Aires, Argentina.

Dentro de dos meses el cubano cumplirá 35 años. Desde los 16 viene luchando contra la injusticia social en su tierra. También desde los 16 se inició en el mundo de la letra impresa.

Condenados a muerteEl cadalso como protagonista

Aquel ya lejano día del invierno de 1887 Martí ya sabe que nunca, desde la Guerra de Secesión 3 décadas atrás, hubo en los Estados Unidos tal clamor e interés alrededor de un cadalso. Su instinto periodístico le inclina a valorar esta circunstancia política.

Como siempre, quiere ser objetivo. Su divisa es la imparcialidad y la verdad es su bandera. El primer párrafo es elocuente: “Ni el miedo a las justicias sociales, ni la simpatía ciega por los que las intentan, debe guiar a los pueblos en sus crisis, ni al que las narra”.

El narrador esta vez es Martí. La simpatía ciega no lo cegará. Pero, tampoco ocultará sinuosidades de la conducta humana.

Descripción genial

Toda la mañana, y buena parte del mediodía, la invierte el cubano en intentar transmitir a sus muchos lectores suramericanos la historia violenta de las ideas anarquistas en Estados Unidos.

Se esmera en la relación de sucesos y en la esencia de ese universo ideológico. Recuerda, en principio, que en el Oeste norteamericano son menos liberales. Y como la sentencia se cumplió en Chicago, explica por qué, en esa ciudad, hallaron expresión más viva y elocuente los descontentos de la masa obrera.

Los condenados fueron 7. Pero solo 5 serán ahorcados. Uno, el más joven, ya prefirió la vía del suicidio para burlar la injusta condena.

A cada uno de los sentenciados los describe con palabras cercanas, escritas hace exactamente 120 años y tan novedosas y atractivas que parecen prosa contemporánea de la mejor.

A todos los caracteriza genialmente, con síntesis magistral, de un solo trazo breve. De Spies dice que “dirigía un diario y razonaba la anarquía”. Parsons hablaba a saltos; “lo llevaba lejos la palabra encendida”. Engel era violento, pujaba, incansable, “porque el anarquismo se mantuviera en pie de guerra”, pero en su celda, a punto de morir, recitó “El tejedor”, de Henry Keine, con los brazos en alto, como ofreciendo al cielo su espíritu insurrecto.

Fisher se sostuvo ecuánime en todo momento. A la hora de colocarle la capucha en la altiva cabeza gritó al auditorio: “Este es el día más feliz de mi vida”. Ling, el más joven, “bello como Tanhauser”, acababa de cumplir 22 años y “el bozo le nació aprendiendo a hacer bombas”.

Fue el que escapó a la ejecución suicidándose.

Lecturas, reflexiones e imaginación

El cronista Martí no asistió al ahorcamiento de los 4 mártires de Chicago. Toda la información respecto a los instantes últimos de estos la recicló de la prensa norteamericana.

Quizá presenció desde alguna esquina neoyorkina el desfile callado y doloroso de los cinco ataúdes: “gremios, sociedades, orfeones, diputaciones, 300 mujeres en masa, con crespón al brazo, 6 mil obreros tristes y descubiertos … ¡que llevaban al pecho la rosa encarnada¡”.

Eso le bastaría para legarnos un texto de estructura y contenido admirables, todavía conmovedor y ardoroso. Un desgarrado y exclusivo enfoque periodístico; único en su estilo.

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