Se cumplen hoy 199 años del día en que fechó Simón Bolívar la Carta de Jamaica, uno de sus escritos más importantes, junto al Manifiesto de Angostura (1812) y el Discurso de Angostura (1819). Valioso por su contenido, es un documento igualmente interesante por circunstancias en las que fue redactado, y por las que signaron su destino, incluso después de la muerte de su autor.
De las “curiosidades” que rodean a la Carta de Jamaica, destacan el hecho de que no se cuenta con un original que pueda considerase “definitivo”, y el que se conserva no está en Caracas, sino en Bogotá, en la Biblioteca Nacional de Colombia. Hay razones para pensar que se trata de un borrador, entre otras, tachones y enmiendas, e incluso una indicación de puño y letra de Bolívar, pero en francés.
La carta y sus misterios
El Libertador habría hecho su observación para tratar de que el traductor entendiera mejor el sentido exacto de lo que él quería expresar. Como la nota está en francés al margen del texto manuscrito en español, entran en escena las especulaciones: ¿Se trataba de una traducción del inglés al castellano? ¿No tenía el propio Bolívar a la mano una versión en su lengua materna? ¿En qué idioma leyó la carta su destinatario?
Lo cierto es que la Carta de Jamaica, fechada en Kingston el 6 de septiembre de 1815, fue publicada por primera vez solo en 1818, en The Kingston Chronicle, en inglés. Y estaba dirigida “a un caballero de esta isla”. Un caballero cuya identidad se mantuvo en la incógnita por tantos años, que se llegó a pensar que Bolívar se lo había inventado. Pero no fue así, como lo aclara el historiador Manuel Carrero.
Un tal Mr. Cullen
Consultado por el Correo del Orinoco, Carrero explica que “el documento que se conoce como Carta de Jamaica fue motivo de especulaciones durante muchos años respecto a su destinatario. Hubo que esperar hasta casi 140 años para que, en 1954 el dato fuese aclarado por monseñor Nicolás Eugenio Navarro. Después de acuciosas investigaciones, pudo concluir que fue a Henry Cullen”, a quien Bolívar le dirigió la misiva.
De Cullen, se pudo conocer que era un comerciante, “probablemente establecido en el puerto de Falmouth, al norte de la isla”, precisó Carrero. Y contó que “la pesquisa siguió un itinerario de documentos, cartas, publicaciones y circunstancias, confrontación de datos, verificaciones, cotejo de documentos, etcétera, hasta concluir si asomo de duda que Cullen era el personaje destinatario”.
Navarro fue Presidente de la Sociedad Bolivariana de Venezuela (1942-1947) y Miembro y Director de la Academia Nacional de la Historia (1945-47 y 1953-57).
El americano meridional
El propio Bolívar recreó su identidad al momento de publicar la misiva en la prensa tres años después de haberla escrito. Pero no lo hizo por capricho, como lo aclara Carrero: “Dadas las circunstancias de la política internacional entre Inglaterra y España, y hallándose en una posesión inglesa cuyo gobierno debía cumplir instrucciones nada favorables respecto a la Independencia, firmó sus escritos políticos publicados en la prensa jamaiquina, con el pseudónimo Un Suramericano o Un Americano. La carta está firmada con su nombre y apellido, pero como era un desconocido para muchos, la titula Contestación de un Americano Meridional a un caballero de esta isla”.
Un momento desolador
El contexto al que se refiere Carrero era especialmente adverso para Bolívar. Expulsado de Venezuela y luego de Colombia después del horror de la Emigración a Oriente, no solo tenía en contra a buena parte de los oficiales que necesitaba para retomar la guerra sino que no contaba con recursos para financiar una expedición. Tercamente, insiste en buscar el auxilio de los británicos, pero sin suerte.
La frialdad de los ingleses no debió sorprenderle. Ya en 1814, cuando era evidente que no tenía manera de contener a las huestes de Boves que marchaban a hacia Caracas, remitió un pedido de ayuda al Gobierno británico. A cambio de apoyo, le ofreció ventajosos beneficios en su condición de jefe político y militar de la república que desesperadamente trata de sostener. Pero no obtuvo respaldo en ese momento, ni lo recibió en el aciago exilio de Jamaica.
El propio Bolívar dejó para la historia el testimonio de la frustración y el abatimiento que lo atribulaban. Sus palabras son elocuentes:
“Ya no tengo un duro: ya he vendido la poca plata que traje. No me lisonjea otra esperanza que la que me inspira el favor de Ud. sin él la desesperación me forzará a terminar mis días de un modo violento, a fin de evitar la cruel humillación de
implorar auxilios de hombres más insensibles que su oro mismo. Si Ud. no me concede la protección que necesito para conservar mi triste vida, estoy resuelto a no solicitar la beneficencia de nadie, pues es preferible la muerte a una existencia tan poco honrosa
La generosidad de U. debe ser gratuita, porque me es imposible ofrecer ninguna recompensa, después de haber perdido todo: pero mi gratitud será eterna”.
Esta carta, dirigida a Maxwell Hyslop el 30 de octubre de 1815, inspiró la escena del intento de suicidio de la película El Hombre de las dificultades, de Luis Alberto Lamata. Aunque el cineasta e historiador ha aclarado que la escena es una ficción, ha enfatizado que la brevísima esquela es “una carta suicida”. Apreciación que pone en evidencia hasta qué punto a Bolívar se le abría un abismo bajo los pies.
Grande en la dificultad
Que Bolívar haya expresado con tanta amargura su desolación, no hace sino elevar su valor. No deja de ser asombroso que un hombre sumido en semejante estado de ánimo haya escrito un texto cargado de tanta energía, marcado por la templanza, la claridad de ideas y una inconmovible convicción de victoria.
A Mr Cullen y sus allegados a debido de asombrarles que un hombre derrotado y sin recursos, que no tenía un duro, se atreviera a emplazar a la mayor potencia del planeta, a sumarse a su causa. Leída en la distancia, la carta se revela como un ultimátum amigable: el joven caraqueño –que no tiene ni una piragua –le da a Inglaterra y a “la Europa misma, por miras de sana política” la última oportunidad de acompañarlo en un proyecto que cambiará la geopolítica mundial e impactará el comercio internacional.
Y así fue, Bolívar no se arredró. Ante el desdén de los ingleses, se marchó a Haití, la primera República independiente de este lado del mundo. Y torció el curso de la guerra a pesar de que todo le decía que estaba perdido.
Documento de guerra
Es cierto que en la Carta de Jamaica brilla el visionario que anticipa, para bien y para mal, el destino de Nuestra América. Es cierto que en ella esplende el analista que expone con agudeza el drama del continente desde aspectos antropológicos, simbólicos, históricos que asombran por su agudeza.
Nadie discute que en Kinsgton se anticipa el estadista lúcido y moderno. Pero también hay que decir que Bolívar supo trasladar la guerra de las llanuras al ámbito de la argumentación, y que en ese terreno combatió con los potentes recursos de la retórica y la palabra, que manejaba con especial talento. Como dijo Manuel Carrero: “Las cosas que dice Bolívar ahí son propias de un estratega que, un poco reposado de las tormentas de la guerra, está analizando las diversas situaciones en América como sucede con quien arma rompecabezas: coloca las piezas y observa escenarios posibles”.
Correo del Orinoco
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