domingo, 29 de junio de 2014

“Los Estados Unidos parecen…”, versión completa

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Gerónimo Pérez Rescaniere
La destrucción de la Gran Colombia fue en buena parte un problema imperial, vale decir, a Estados Unidos no le convenía la aparición de una nación de mayor extensión que ellos y liderada por una generación de soldados acerados en una guerra terrible, mucho más violenta y larga que la que independizó a las colonias norteamericanas de su metrópoli británica. Esa generación tenía un líder descomunal, Simón Bolívar. Y ese líder tenía fuertes tendencias autoritarias que tomaban formas políticas que no sería exagerado calificar de semimonárquicas. La historia la cuentan los vencedores y las monarquías fueron barridas casi todas del mapa político mundial hacia 1846 mediante revoluciones –siete– ingenieradas desde Inglaterra, revoluciones liberales que eran instrumentales con el capitalismo, hondamente instrumentales con el capitalismo. La historia que leerá Venezuela será liberal y realizará un trabajo extenso de desenfatización de dichas pulsiones, pasando sobre ello con rápido paso de datos sueltos que la retórica de esa época llamaba caminar como el gato sobre las brazas, evitando quemarse, mostrar un Bolívar autoritario, que significaba un Bolívar antiliberal y antinorteamericano.
Y hay que entender que hombres como González Guinán o Gil Fortoul o Vicente Lecuna eran hombres de negocios, ministros del gobierno de Gómez, banqueros. González Guinán sería el canciller que firmó los Protocolos Buchanan-González Guinán por los que se devolvió a Estados Unidos la New York and Bermúdez Company, nacionalizada por Cipriano Castro. Buchanan era el almirante de la flota que bloqueaba a Venezuela para facilitar el golpe de Estado de Gómez contra el bronco y nacionalista don Cipriano. Equivalentes involucraciones muestra la biografía de Arturo Uslar Pietri. Pividal, comunista, cubano, documenta muy bien el aspecto imperial pero desenfatiza el monarquismo bolivariano por razones de purificación del héroe.
La Constitución bolivariana
Digamos una verdad más integral. La fórmula política que intentaba Bolívar colocar en los países que había libertado era bastante afín a la británica, una monarquía constitucional. No se llamaría monarquía porque el Libertador despreciaba ser monarca, se sentía y era superior a todos los monarcas del mundo, además él tenía su corazoncito liberal. Lo había sido en su juventud, volterianamente. Finalmente, porque era una monarquía constitucional, vale decir, con las cortapisas modernas de un parlamento, una oposición, partidos, elecciones, prensa libre. Pero con una cámara de los lores, hereditaria, con largas discrecionalidades para el Presidente-Libertador. Fue la Constitución bolivariana, aplicada por Sucre en Bolivia.
Solo así se vencería la anarquía, vale decir a la miríada de caudillos que la guerra de Independencia había creado, casi todos bastante salvajes, (o hipócritas, como Santander) lanzados a un voraz cobro, deseosos de desentenderse de ideas grandes, de Patria grande, necesariamente chocadora con los poderes mundiales. Deseaban una cosa más chiquita, donde pudieran despacharse y darse vuelto con facilidad, que es lo que terminaron haciendo una vez que eliminaron al Libertador y a su poderoso partido que tuvo por morrión principal al mariscal Antonio José de Sucre.
Bolívar ejecuta maniobras diplomáticas intentando sonsacar a “la pérfida Albión” del monroísmo. Tenía sus aliados y admiradores allá. En Bogotá y Lima diplomáticos norteamericanos intrigaban contra él. Desde Guayaquil, en agosto 5 de 1829, remite una carta dirigida “Al Sr. Coronel Patricio Campbell, Encargado de Negocios de Su Majestad Británica”, que ha sido famosísima por sus citas parciales, recortadas por historiadores interesados en “proteger” o en proteger sinceramente la memoria del Libertador, de lo que suponen sus máculas autoritarias. Se ofrece aquí en versión íntegra porque pinta el momento político de una manera perfecta:
Versión íntegra
Guayaquil, agosto 5, 1829
Mi estimado Coronel y amigo:
Tengo la honra de acusar a U. el recibo de la apreciable carta de U. de 31 de Mayo fechada en Bogotá. No puedo dejar de empezar por dar a U. las gracias por la multitud de bondades que U. derrama en toda su carta hacia Colombia y hacia mí. “¡Cuántos títulos no tiene U. a nuestra gratitud”. Yo me confundo al considerar lo que U. ha pensado, lo que U. ha hecho desde que está entre nosotros para sostener el país y la gloria de su jefe.
El Ministro inglés residente, en los Estados Unidos me honra demasiado cuando dice: que espera en Colombia sola, porque aquí hay un Bolívar. Pero no sabe que su existencia física y política se halla muy debilitada y pronta a caducar.
Lo que U. se sirve decirme con respecto al nuevo proyecto de nombrar un sucesor de mi autoridad que sea príncipe europeo, no me coge de nuevo, porque algo se me había anunciado con no poco misterio, y algo de timidez, pues conocen mi modo de pensar.
No sé qué decir á U. sobre esta idea que encierra mil inconvenientes. U. debe conocer que por mi parte no habría ninguno, determinado como estoy a dejar el mando en este próximo Congreso: mas ¿quién podrá mitigar la ambición de nuestros jefes y el temor de la desigualdad en el bajo pueblo? ¿No cree U. que Inglaterra sentiría celos por la elección que se hiciera de un Borbón? ¡Cuánto no se opondrían los nuevos Estados americanos y los Estados Unidos, que parecen destinados a plagar la América de miserias a nombre de la Libertad! Me parece que ya veo una conjuración general contra esta pobre Colombia (ya demasiado envidiada) de cuantas Repúblicas tiene la América: todas las prensas se pondrían en movimiento llamando a una nueva cruzada contra los cómplices de traición a la Libertad, de adictos a los Borbones, y de violadores del sistema americano. Por el Sur encenderían los peruanos la llama de la discordia: por el Istmo los de Guatemala y Méjico: y por las Antillas los americanos y los liberales de todas partes. No se quedaría Santo Domingo en la inacción, y llamaría a sus hermanos para hacer causa común contra un príncipe de Francia; todos se convertirían en enemigos, sin que la Europa hiciera nada para sostenernos, porque no merece el Nuevo Mundo los gastos de una Santa Alianza: a lo menos tenemos motivos para juzgar así por la indiferencia con que se nos ha visto emprender y luchar por la emancipación de la mitad del mundo, que muy pronto será la fuente mas productiva de las prosperidades europeas.
En fin, estoy muy lejos de oponerme a la reorganización de Colombia conforme á las instituciones experimentadas de la sabia Europa. Por el contrario, me alegraría infinito y reanimaría mis fuerzas para ayudar a una obra que se podría llamar de salvación, y que se conseguiría no sin dificultad sostenidos nosotros de la Inglaterra y de la Francia. Con estos poderosos auxilios seríamos capaces de todo; sin ellos, no. Por lo mismo yo me reservo para dar mi dictamen definitivo cuando sepamos qué piensan los gobiernos de Inglaterra y de Francia sobre el mencionado cambio de sistema y la elección de dinastía.
Aseguro a U., mi digno amigo, y con la mayor sinceridad, que he dicho a U. todo mi pensamiento y que nada he dejado en mi reserva. Puede U. usar de él como convenga a su deber y al bienestar de Colombia: esta es mi condición, y en tanto reciba U. el corazón afectuoso de su atento obediente servidor, Bolívar.
Gerónimo Pérez Rescaniere,
De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías, Vol I.
geronimoperescaniere@gmail.com

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