El “inmaculado”, adjetivo con el que denominó el Libertador Simón Bolívar a Antonio José de Sucre, nació el 3 de febrero de 1795 en Cumaná, día en que llegó a un mundo donde 29 años después, al frente de sus tropas en Ayacucho, sellaría la independencia de América para dar paso al sueño de la integración.
Es hijo del subteniente Vicente Sucre y Manuela de Alcalá, de origen criollo, recibe sus primeras instrucciones por parte del sargento español Tomás Mires y su tío Manuel de Sucre le inculca los sentimientos patrióticos que se cristalizan cuando siendo adolescente, en 1808, ingresa a la Escuela de Ingeniería Militar, en Caracas.
El fragor del combate comenzó a sentirlo a esos pocos años, cuando se incorporó a la Campaña de Barcelona (1811) como comandante de Ingenieros, en la del Centro (1812), como comandante de Artillería, y en la Campaña de Oriente (1813), le toca tomar Güiria bajo las órdenes del general Santiago Mariño, para luego defender Cumaná del asedio por parte del español Antoñanzas, a quien vence.
Luego de sus inicios en la guerra —que resultaron del cambio generado el 19 de abril de 1810 cuando Cumaná se adhiere al pronunciamiento hecho en Caracas— el devenir lo llevó a ser jefe de batallón, coronel, general de brigada, Jefe de Estado Mayor y ministro interino de Guerra.
En 1819, aunque no cuenta con la edad prevista por la ley, con tan sólo 24 años fue elegido diputado al Congreso de Angostura, cargo impedido por sus faenas en la guerra librada en oriente.
Bolívar lo nombró jefe del Ejército del sur de Colombia en 1821, con el que vence en Riobamba y Pichincha, para sellar la independencia de las provincias ecuatorianas y consolidar Colombia, de la que se hace su ministro plenipotenciario en Lima, en 1823.
Fue nombrado General en jefe del Ejército Unido Libertador del Perú, el 13 de febrero de 1824, año en que muere su padre en Cumaná. Mientras, se prepara la ofensiva en la sierra del Perú.
LA BATALLA DE AYACUCHO
LA BATALLA DE AYACUCHO
El ejército patriota, con seis mil hombres y de inferior número, se sitúa en la Pampa de Ayacucho el 8 de diciembre de 1824, por su parte, el ejército realista, con 10 mil hombres al mando del Virrey José de la Serna ocupa las alturas del Cundurcunca.
“Somos infinitamente más que ellos porque cada uno de vosotros representa aquí a Dios Omnipotente con su justicia y a la América entera con la fuerza de su derecho y su indignación”, expresó Sucre en su arenga a las tropas patriotas para henchir el valor necesario para la batalla.
Los españoles tenían una situación insostenible por lo inclemente del clima en la sierra, condición que los obligó a bajar para evitar deserciones. Movilizaron cuatro divisiones, la Primera y Segunda, una de vanguardia y otra de reserva.
Al no poder ocultar sus movimientos por estar en una pendiente, Sucre descubre la maniobra y logra hacer caer a la primera unidad, para avanzar en formaciones de línea que abren fuego contra los soldados realistas dispersos en las laderas, sin capacidad de contraatacar.
Se moviliza la primera división realista, pero no logra formarse en batalla y es envuelta por los patriotas, abren fuego a discreción, caen los primeros mientras el resto en retirada arrastra a la tropa y la caballería retira grupos del campo de batalla.
La división de vanguardia realista intenta arremeter pero es repelida por los patriotas, comienzan las deserciones y el Virrey de La Serna es detenido junto sus oficiales. La vanguardia realista se atrinchera en las montañas hasta que finalmente acepta la capitulación. Era el 9 de diciembre de 1824.
Le es conferido a Sucre el título de Gran Mariscal de Ayacucho el 27 de diciembre de ese año. “Se ha verificado la oferta que Ud. hizo a los pueblos de acabar con la guerra en este año, y es una de mis satisfacciones más grandes”, le escribió al Libertador en una carta fechada el 30 de diciembre.
El ABEL AMERICANO
El ABEL AMERICANO
“El general Sucre es el padre de Ayacucho, el redentor de los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el reino de los Incas”, expresó Bolívar sobre quien dio fin en batalla al dominio español en el continente.
El talento de Sucre y su espíritu de cuerpo le permitieron reclutar y agrupar tropas, fundar la intendencia militar para garantizar uniformes y pertrechos, además, crear el Tratado de Armisticio y Regularización de la guerra, con una visión de respeto a los derechos humanos.
En 1825 fue firmada la autodeterminación de las provincias del Alto Perú en Chuquisaca, creándose Bolivia, país que lo elige presidente por voto popular en 1826, año en que nace su hijo natural, José María. Como jefe de Estado fomenta la participación popular y el respeto por los pueblos originarios, promueve la educación, la lectura y la imprenta.
Sin embargo, tuvo roces con los nuevos gobernantes de Perú. Un motín en Chuquisaca en abril de 1828 ya mostrará el destino inmediato que les tocará a los libertadores. Sucre renuncia a la primera magistratura y en una refriega queda manco del brazo derecho. Al año siguiente marchó con tropas desde Colombia para vencer a los peruanos.
Es nombrado representante de Cumaná ante el Congreso Admirable en 1929, año en que nace su hija Teresa. En camino a Bogotá se entera de los planes separatistas de José Antonio Páez.
Llega a Venezuela a conversar con Páez, sin embargo es amenazado y no transita más allá de La Grita, en Táchira, por lo que regresa a Cúcuta y luego a Bogotá para ir a ver a su familia. Ese será su último viaje.
En junio de 1830 se dirige de Bogotá hacia Quito. El día 4, viernes, le tienden una emboscada en el callejón de la Jacoba, ubicado en las montañas de Berruecos, en Pasto. Cuatro asesinos siguen las órdenes del comandante general José María Obando, máxima autoridad del lugar, conjurado con el general Juan José Flores.
Poco después de las 8:00 de la mañana se escucha el grito: “¡General Sucre!”. Luego los disparos. “¡Ay, balazo!”, espetó. Tenía 35 años.
“¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!… La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida”, dijo Bolívar sobre aquel prócer que cayó en el mismo suelo por el que luchó.
CO
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